En todas las artes nos proponen e impulsan a ser contemporáneos,
vanguardistas. No solo nos lo proponen, las nuevas tecnologías
nos llevan a correr detrás de éstas para no quedarnos
relegados, ser atrasados o en el mejor de los casos avejentados…
y siempre existe el deseo de ser los precursores, creadores o inventores
del futuro.
Esto aplicado a lo tecnológico puede ser correcto, pero aplicado
a la imagen o a los autores es otro tema.
En la fotografía (como en otras artes) nos vendieron que el
mundo dejaría de tener fronteras y que todo pasaría
a todos, para integrarnos a un gran universo de pensamientos expresivos
únicos y democráticos (¡todos felices!).
La realidad es que hay cada día más unipersonalismo
que uniones sociales.
Aparecieron últimamente en la Argentina, de no sé donde (o mejor dicho sí se de donde) personajes fabricados por la globalización, mercantilización, o necesitados del monetarismo global (dicen que son muy entendidos en temas fotográficos).
Estos personajes que dicen haber roto con las viejas doctrinas, hoy
son los dueños de los espacios de arte (no todos) y ellos en
su quehacer diario aplican y ejecutan (ocultamente o no) las peores
costumbres del fotoclubismo.
Están astutamente trajeados de vanguardistas, con un sistema
mucho más salvaje que el anterior porque utilizan peores herramientas
que en el pasado.
Una de ellas es el circo, para hacer creer a todos
que fuera del circo no se es nadie en el mundo fotográfico,
aplican la teoría de ganadores y perdedores,
tan bien expresada por los líderes políticos actuales
y por la sociedad… “si no has colgado en tal o
cual galería o festival, nadie te conoce, no eres nadie”.
Las políticas que usan en la fotografía y para los
fotógrafos hoy, son las mismas que ellos critican del pasado,
pero que aprendieron (y participaron) en el pasado.
El resentimiento de donde se ha nacido profesionalmente es en algunos
casos usado como actitud de fuerza, poder, para justificar su crecimiento
y perdurabilidad dentro del sistema.
Nos garantizan triunfos, nos dan optimismo, nos proponen un universo sin fronteras, nos alimentan la forma de olvidar cualquier compromiso ético-profesional, nos proponen infinitismos en la fotografía, siempre y cuando se respeten sus fronteras (sin fronteras-con fronteras) las mismas que dicen que no hay.
Los que se alinean a estos nuevos “lideres estrellas”, quizá no se den cuenta que pasan a ser marionetas dentro de este predeterminado “estrellato fugaz” y ceden el crecimiento propio a la complacencia de las frivolidades fotográficas de cierto grupo reducido, llamados hoy por algunos el neo-fotoclubismo.
Prefiero llamar a esta movida, FOTOGRAFIARTE, una nueva forma de subirse al mundo de la fotografía (y de paso subirse a los fotógrafos/as).
Hasta la próxima
Guadalupe FG
Directora