Gran
Cacerolazo Nacional |
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por Humberto Farro |
Este
Gran Cacerolazo Nacional fue convocado por las numerosas Asambleas Barriales
de vecinos autoconvocados y anunciado durante toda la semana por vías
informales, entre las cuales las cadenas de e-mail fue una de las más
importantes. No fue acompañado en su difusión por la mayoría de los medios escritos y televisivos, que hasta último momento no comunicaron del mismo, salvo honrosas excepciones. Durante todo el día viernes, el gobierno salió, por distintos medios a "advertir" a la gente de la posibilidad de que "infiltrados" produjeran desmanes que serían severamente reprimidos y recomendando a la población que no se dirigiera a la Plaza de Mayo. Pero, al hartazago de la gente no se lo frena con amenazas veladas, y en Plaza de Mayo se llegaron a juntar más de 20.000 personas. Pese a la lluvia, que comenzó a las 10 de la noche y se convirtió en un diluvio hora y media después. Pese a que la policía cerró el paso en dos de los puentes de acceso a la Capital por el sur (el Pueyrredón y el de Vieytes) para evitar que la gente de Avellaneda y Quilmes llegara a Plaza de Mayo. Nuevamente, el pueblo argentino salió a la calle a manifestarse en forma pacífica en contra de un gobierno y de una clase política que no logra acertar con la solución de los enormes problemas económicos y sociales que nos aquejan. O no le interesa, o considera a otros intereses antes que los de la gente, o son ineptos y corruptos o lo que sea. Nuevamente, el pueblo fue reprimido por la policía. No se si en los alrededores de la Plaza hubo disturbios antes de la represión, en realidad, no me interesa si los hubo. Se había montado el más impresionante operativo policial que he visto, con centenares de efectivos, distribuidos en docenas de cuadras a la redonda. El objetivo de la policía debe ser protegernos de los violentos, de los posibles infiltrados, de los interesados en desvirtuar una multitudinaria marcha pacífica. Esto no pasó. Lo que yo y todos los que estábamos ahí vímos fue a efectivos de la Guardia de Infantería, desplazándose en motos y disparando balas de goma y gases a mansalva, a cualquier lugar donde hubiera gente, así se tratara de mujeres y niños. El frente de la Catedral fue barrido por las motos disparando a gente pacífica, ancianos, mujeres y niños. Imperdonable. Vi
también llevarse detenidos a un grupo de personas que corrian
junto a nosotros para escapar de los gases, cercarlos, obligarlos a
tirarse al suelo y llevárselos. Increíble. Vimos
también a docenas de policías de civil, que eran los encargados
de llevar a los detenidos hasta los móviles. Injustificable. La policía continuó avanzando por Avenida de Mayo hasta el Congreso (llevándose detenidos a cuanta persona se cruzara por ahí), donde quedaba un pequeño grupo de manifestantes con un cartel que decía "NO VIOLENCIA ES FUERZA". Ante la presencia de numerosos medios televisivos internacionales, la policía frenó su avance y se quedaron en un cara a cara con los manifestantes que duró mas de dos horas. Al final la policía terminó retirándose, luego de lo cual, los manifestantes cantaron el Himno frente al Congreso y se desconcentraron en forma pacífica, pasadas las tres de la mañana. También hubo cacerolazos masivos en las principales ciudades del país. Humberto Farro |
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Nota de la Directora de FotoRevista Sr. Presidente, Sr. Ministro del Interior, Sr. Jefe de Policía, Sres. policías, Sres. servicios, Sres. políticos (que no escuche hablar a ninguno, de la injusta represión vivida el 25-01-02 en Plaza de Mayo) Sres. Sres... ¿No quiero pensar que estén tán enfermos, tan angustiados, tan acorralados, para dar las ordenes y cumplirlas en reprimir, sin recapacitar en el derecho legítimo de protesta que tienen los ciudadanos en paz como lo hizo la gente, de hecho que todas las noticias internacionales y nacionales (entre dientes) juzgan el accionar de la policía, en una movilización tan tranquila como fué? ¿no quiero pensar que otro tipo de acto para acallar las voces de un pueblo pueden llegar a ejecutar, o que otra forma van a emplear? No, no quiero pensar... Guadalupe Freiría González |