Persona, de Andrea Ostera
Desde el 19 de mayo - Miércoles a domingos y feriados, de 13 a 20h - Primer subsuelo. Sala 101
Andrea Ostera presenta en Persona una selección de obras que se detienen en una de sus zonas de exploración: la que le hace lugar a inspirados y espontáneos ejercicios de observación. La fotógrafa deambula curiosa, contemplando la vida de los demás, sorprendiendo a los objetos ordinarios, para dejar esta vez en otro plano su interés de siempre en la generación de imágenes desde el medio mismo y sus múltiples materialidades.
La exposición es gratuita, no requiere reserva previa y está abierta al público de miércoles a domingos, de 13 a 20h, a partir del sábado 19 de mayo.
Acerca de la exposición
Por Sonia Becce, curadora
El contacto con lo cotidiano, la interacción con el universo familiar, el encuentro con las cosas con que nos topamos todos los días –y a las que rozamos descuidados restándoles extrañeza– se prolongan en acciones indolentes que vienen a allanar la convivencia en el afán de simplificarla. En Persona, la selección de obras se detiene en una de las zonas de exploración de Andrea Ostera, en ésa en la que le hace lugar a inspirados y espontáneos ejercicios de observación. Aquí la artista-fotógrafa se desplaza con discreción, capturando momentos de la vida de los demás, sorprendiendo a los objetos ordinarios, para dejar en otro plano su interés de siempre por la generación de imágenes desde el medio mismo y sus múltiples materialidades.
La operación Ostera en las fotografías de la serie La doble vida, tomadas con su teléfono móvil, estriba en desmarcarse de los imperativos que regulan la excelencia de la imagen. Dejando de lado cualquier obstinación por conseguir un mejor encuadre, democratiza los motivos fotográficos volviéndolos a todos potencialmente significativos: una pareja de perros (¿madre e hijo?) que miran desconcertados a cámara, una joven estudiante interrumpida en sus quehaceres escolares, una pila de panes moldeados o unos cuantos globos de colores atados a un contenedor de basura.
Una Canon Powershot estrenada en el 2010 entusiasma a la artista con una de sus prestaciones, un flash bastante más potente que el que tienen otras cámaras de rango similar. Su uso fructifica en +5, una serie de fotos sobreexpuestas de escenas simples, casuales, que se desnaturalizan en blanquísimas siluetas, extrañadas por el artilugio de exponerlas a una luz tan potente.
En la serie Scrolls la tecnología se inmiscuye, pero es la grieta que se abre por un servicio ineficiente –una conexión providencialmente lenta– la que va a proveer la materia prima para construir una serie de peculiares retratos abstractos. La artista teclea los apellidos de colegas amigos y luego va al buscador; unos instantes antes de aparecer las imágenes relacionadas, se despliega un hipnótico damero y es entonces cuando una veloz captura de pantalla congela el resultado, una combinación única para cada caso de rectángulos y cuadrados multicolores.
Andrea Ostera, experimentadora versada y pertinaz, se entrega a un programa flexible, al registro despreocupado, en la confianza de que hay allí un material tan valioso como el conseguido a partir de la rigurosidad y el cálculo en otras producciones suyas. Una decisión que alumbra su extenso catálogo de imágenes personales recolectadas durante más de una década.
Acerca de Andrea Ostera
Andrea Ostera nació en Salto Grande, Santa Fe, en 1967. Vive y trabaja en Rosario. Estudió en la Universidad Nacional de Rosario y en 1992 se mudó a Nueva York (EE.UU.), para participar del programa de Estudios Generales en Fotografía, en el International Center of Photography. Finalizada esa experiencia. regresó a Rosario y comenzó a trabajar en un proyecto de largo alcance en el que prescindiría de la cámara, experimentando con copias de contacto y proyecciones de objetos sobre material sensible. En la muestra Ritual de lo habitual (Centro Cultural Bernardino Rivadavia, Rosario, 1994) presentó las primeras obras de este proceso. Por ese trabajo fue convocada como parte del envío argentino a Les Rencontres Internationales de la Photographie, Arles (Francia), en 1996, y a la I Bienal del Mercosur, Porto Alegre (Brasil), en 1997. En el mismo año, obtuvo un subsidio a la creación de la Fundación Antorchas y la Primera Mención en el Premio Braque. En 1998 realizó dos muestras individuales: Fotogramas, en la Fotogalería del Centro Cultural General San Martín, en Buenos Aires y Conciso, sucinto, preciso, en el Centro Cultural Bernardino Rivadavia, en Rosario.
Entre 1997 y 1999 participó de la Beca Kuitca. Parte de la producción de estos años intensos se expuso en la muestra Ojo al país (Centro Cultural Borges, Buenos Aires, 1999). Poco después viajó a EE.UU. para realizar estudios de posgrado en Bellas Artes en la Universidad de Nueva York, subvencionada por la beca Fulbright/Fondo Nacional de las Artes. En 2001, regresó al país; al año siguiente recibió el Diploma al Mérito de la Fundación Konex.
Su práctica artística se extiende más allá de la producción de obra: desde 1998 trabaja en docencia y gestión en la Escuela Municipal de Artes Plásticas Manuel Musto; entre 2005 y 2010 fue curadora del programa Fotografía Emergente, en el Centro de Expresiones Contemporáneas (CEC), Rosario; desde 2005 hasta 2013 trabajó en la puesta en valor del archivo de negativos del Museo de la Ciudad de Rosario.
La investigación sobre el medio fotográfico, sus condiciones, límites y posibilidades ha sido el eje principal de sus proyectos. Affaire (Centro Cultural Ricardo Rojas, Buenos Aires, 2017), +room (Museo de arte contemporáneo de Rosario, 2016) y Capturas de Pantalla (Mal de Archivo, Rosario, 2016) se cuentan entre sus muestras individuales más recientes.