ROLF ART se complace en anunciar la inauguración de la muestra individual de Marcos López In-Continente, el día miércoles 21 de marzo a partir de las 7pm, en Esmeralda 1353, Buenos Aires, Argentina. La muestra, de entrada libre y gratuita, podrá visitarse de lunes a viernes de 11 a 20 hs hasta el miércoles 31 de mayo de 2018.
In-Continente propone una arqueología del artista y su obra. Haciendo alusión a la frase que López usa como bocadillo coloquial cuando trata de definir su propuesta estética: “Más es más”, la muestra abre con una revisita a su icónica pieza Suite Bolivariana, en conjunto a una suerte de atiborramiento barroco que abarca desde sus tempranos trabajos, hasta sus reconocidas obras en la exuberancia del color, collages, dibujos y cuadernos, donde da cuenta de su tan característica estética del pop latino -concepto que él mismo ha establecido, a propósito del Pop Art- enfatizando las convergencias de la globalización en la escena latinoamericana y local.
Suite Bolivariana, creada en 2009, es el resultado de la investigación del artista sobre el muralismo mexicano en relación al arte político, inspirado en Diego Rivera a modo de neo-muralismo latinoamericano post digital. La obra tomó más de un año de tomas, retomas, decenas de escaneos y meses de postproducción digital hasta llegar al resultado final. La fotografía, de gran formato, se apropia de la tridimesionalidad del espacio y adopta un tono caricaturesco, como estereotipo de la idiosincrasia local, regional y de sus protagonistas. Hay algo de crónica sociopolítica en la propuesta de la instalación. En esta reelectura se actualizan personajes y objetos alusivos a la situación actual del país.
Expandiendo el gesto, apropiándose del espacio, la segunda sala reúne casi cincuenta obras, tanto clásicas como piezas inéditas de diferentes épocas, formatos y técnicas: desde fotografía blanco y negro y color a dibujos, afiches y a fotos intervenidas; dando cuenta de la potencia creativa y visual de Marcos López, de su incontenible desmesura .
“Al pop latino le agrego el sub-realismo criollo y al barroco churrigueresco cuzqueño le agrego el neobarroco digital subtropical pampeano. Llenar el espacio por el solo placer de abarrotar. Sobresaturar de consignas. Sentir como propio al sincretismo místico-espiritual del altiplano invitando a Andy Warhol a dialogar con la Pachamama y con el Ekeko” Marcos López.
El sueño de la patria grande, justa, libre y soberana
La palabra ‘suite’, en sí misma, es ridícula, caricaturesca y un poquito pretenciosa. Me refiero a cómo suena cuando se usa en estas hambreadas pampas. La base de operaciones donde se genera el pensamiento, la acción misma, es Buenos Aires.
La zona sur de la ciudad, a cuatro cuadras de Plaza Constitución. Hago un respiro mientras tipeo en mi hermoso y luminoso estudio de la calle Finochietto. Salgo al balcón. Una familia entera (padre-madre-niño-niña), bastante bien vestida, está alrededor de uno de esos nuevos contenedores de residuos reciclables amarillos verdosos flúo –una especie de paralelepípedo piramidal con puntas redondeadas– plagado de consignas de las ventajas del reciclaje. El padre, con medio cuerpo adentro, revisa. Me acerco y les pregunto: “Perdón, qué buscan?”. “Comida, ropa, zapatillas, útiles escolares… cualquier cosa…” dice la señora con una voz muy calma. No me prestan la más mínima atención. Agacho la cabeza, voy hasta la esquina... Sigo escribiendo. Me concentro en el texto y me da la sensación de que miro para otro lado. ¿Cómo situarse, desde dónde elaborar un discurso estético sociopolítico en esta aldea sudaca ciberglobal de cartón pintado?
Parte de ese descreimiento visceral que siento está plasmado en el mural fotográfico-pictórico Suite Bolivariana (título a propósito de una cita a la Suite Troileana de Piazzola, y la Tablada Suite, una célebre serie de pinturas de Guillermo Kuitca).
El proceso de creación tiene que ver con mi natural resentimiento y mi ancestral y sempiterno complejo de inferioridad.
Yo también quería tener mi propia ‘suite’. El humor y la ironía obviamente son un escudo, una estrategia para poder seguir viviendo. Permitirme jugar. Cumplir el sueño de hacer un mural en la terraza de mi casa para representar las ilusiones de igualdad y justicia social en la patria grande, justa, libre y soberana. Nada de eso sucedió. Digamos que los ideales de los 60 y los 70 se cambiaron por ciclovías y estaciones de metrobús. Mucho diseño gráfico. En este contexto, el nombre Suite Bolivariana suena cada vez más chistoso. Despierta una sonrisa amarga. El payaso solo, tomando una cerveza después de la función. Hay un juego con la caricatura política. Con lo magnánimo. Imaginen la voz de Hugo Chávez, de Fidel, hablando a los gritos desde la punta más alta del Machu Pichu, dirigiéndose a absolutamente todos los hombres y mujeres de nuestra América mestiza. Desde el más austral trabajador (o trabajadora) de Ushuaia, hasta las obreras mexicanas trabajando de sol a sol en las maquilas de Ciudad Juarez en la frontera de México con los Estados Unidos; desde los trabajadores del sertão brasilero hasta los mineros del Alto Perú. Imaginen la voz de Mercedes Sosa cantando “canta conmigo canta, hermano americano, liberta tu esperanza con un grito en la voz...!!”
Cuando terminé este mural sentí que me podía retirar. Jubilarme. “Después de Asado en Mendiolaza y de este mural me puedo retirar” me dije. Yo no sentía que estaba copiando a Diego Rivera. Sentía que ‘era’ Diego Rivera. Sentía que estaba inventando un neo-muralismo latinoamericano post digital. Hay un intento de poner en evidencia el fin de la utopía de un mundo más justo. Está concebido desde un lugar de polaridad. En la izquierda están los buenos, y a la derecha los malos. El imperialismo caracterizado como un equipo de básquetbol de la NBA. En el medio, el peronismo navegando en su fetichismo hipócrita y populista. La tercera posición. Ni yankees ni marxistas. Peronistas. La izquierda insurgente está representada por un grupo de mineros bolivianos izando la Whipala, la bandera de los pueblos originarios del altiplano. Es un remake, una cita, de Raising the Flag on Iwo Jima, la célebre foto tomada el 23 de febrero de 1945 por el fotógrafo Joe Rosenthal, en la que cinco marines de los Estados Unidos y un médico de la Armada alzan la bandera estadounidense en el monte Suribachi durante la batalla de Iwo Jima, en la Segunda Guerra Mundial.
Hay un tejido de layers, de superposiciones: en vez de quitar, agrego. Al pop latino le agrego el sub-realismo criollo y al barroco churrigueresco cuzqueño le agrego el neobarroco digital subtropical pampeano. Llenar el espacio por el solo placer de abarrotar. Sobresaturar de consignas. Llenar los silencios con frases hechas. Chistes obvios. No poder parar de hablar, de agregar, de remarcar, de subrayar. Ordenar los negativos, las fotos y los dibujos para al otro día desordenarlos de nuevo. Publicar compulsivamente fotos en Instagram y Facebook para decir: “Estoy aquí”. “No se olviden de mi…”. Para distraerme. Para confundir al espectador. Sentir la práctica artístico-poética como si fuera una pelea grecorromana - lucha libre mexicana. Hablar de una cosa pero querer decir otra. Borrar con el codo lo que escribo con la mano. Copiar. Incorporar citas sin nombrar al autor. Respirar. Tomar aire para seguir agregando. Incontinencia. Verborragia. Prueba y error. Error más otro error más otro error. Horror vacui. Miedo al silencio. En vez de quitar, agrego. Llenar el espacio y gozar del placer de abarrotar. Sentirme un decorador de interiores. Salirme de cauce. Sentir que soy el río Paraná. Sentir que soy un yaguareté guaraní. Desbocarme. Usar la imagen, las fotos, los textos, para desmadrarme. Despadrarme.
Marcos López, Buenos Aires, 2018
MARCOS LÓPEZ | 1958, Santa Fe, Argentina.
Las fotografías de Marcos López tienen la particularidad de ser como radiografías de época. No registran el instante sino que recrean la sensación del mundo en el que vivimos. El lenguaje visual no denota lo que designa sino que desplaza el sentido en la manera de asociar elementos que parecieran no tener ninguna relación entre sí. La extrañeza de sus fotos reside justamente en esa ambigüedad. Tienen un atractivo inquietante que hace que el espectador no pueda dejar de mirarlas. Lo extraño en sus obras está ligado a lo absurdo de situaciones que, sin embargo, siempre remiten a la percepción de algo vivido, visto o soñado -vivido en la publicidad, visto en la realidad, soñado en la historia-.
En su trabajo de cuño sociológico, López transgrede el purismo de la fotografía al tiempo que se cuestiona acerca del paradigma lingüístico de la fotografía documental tradicional. El registro de lo real ya no pasa por la toma, por un recorte ejercido sobre la realidad fenoménica sino por la construcción de cuadros o narrativas según procedimientos afines más bien con la producción ficcional cinematográfica. A la vez que revisa el estereotipo “realista” de la fotografía local, López logra conservar su intención referencial inoculando el comentario social en sus tableaux vivants. Aún cuando sus imágenes toman de punto de partida un dato concreto de la actualidad política jamás pierden abstracción simbólica. Los retratos, sin duda el género clave de su producción, no refieren al individuo sino a personajes alegóricos: no importa la identidad del actor que posa, pues el los encarnan vivencias o sentimientos colectivos.
Marcos López es sin duda uno de los artsitas visuales argentinos mas renombrados y con una posicion prominente en la escena de las artes visuales a nivel internacional. Ha representado a la Argentina en diversas bienales internacionales, en la 1 Bienal de Imágenes del mundo Photoquai en París, Francia, y en la décima Bienal de Artes Plásticas de la Habana, Cuba. Ha sido galardonado/a con numerosos premios y reconocimientos, tales como el Premio Internacional de Fotografía Pilar Citoler (2008) y el Konex de Platino a la trayectoria (2012), entre otros. Ha publicado numerosos libros tales como Retratos (1993 y reeditado en 2006), Pop Latino (2000), Sub-realismo Criollo (2003), El Jugador (2007), Pop Latino Plus (2007) y Marcos López Fotografías 1978 – 2010 (2010). Su obra ha sido catalogada en importantes publicaciones líderes tanto nacionales e internacionales. Ha realizado numerosas exposiciones individuales y grupales en países tales como Argentina, Chile, Brasil, Perú, Venezuela, Colombia, México, Estados Unidos, Cuba, España, Francia, Italia, Finlandia, Estonia, Bélgica y Holanda, entre otros. Hoy en día, su obra integra importantes colecciones como el Museo Nacional de Arte Reina Sofía y el Museo de Arte Contemporáneo de Castilla y León en España; la Fundación Daros-Latinoamérica en Suiza; Quai Branly y la Fundación Cartier en Francia; Museo del Barrio, Nueva York y Museo de Bellas Artes de Houston, Texas en Estados Unidos; Museo Nacional de Bellas Artes, Museo de Arte Moderno y Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires en Argentina; entre otras colecciones públicas y privadas. Vive y trabaja en Buenos Aires, Argentina.