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2º Muestra y Subasta de Arte Contemporáneo Argentino

Publicado: 09-10-2009
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Por: FotoRevista

Buenos Aires, Argentina
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LA FOTOGRAFÍA, PRESENTE EN LA 2ª MUESTRA Y SUBASTA DE ARTE CONTEMPORANEO ARGENTINO
“Ayudar a dar trabajo también es un arte”

La gran Muestra y Subasta de Arte Contemporáneo que esta organizando AMIA con el propósito de recaudar fondos para su servicio de empleo, tiene una fuerte presencia fotográfica a través de distintas piezas que fueron donadas muy especialmente por artistas de primer nivel, tales como Ernesto Ballesteros, Res, Nicola Costantino, Leandro Erlich, Gabriel Valansi y Aldo Sesa. La exhibición de sus obras se extenderá hasta el miércoles 14 en el Espacio de Arte de la entidad (Pasteur 633), mientras que el lugar elegido para la gran subasta fue el MALBA, el día 15 de octubre a las 19 hs.

Las obras fotográficas de estos reconocidos artistas forman parte de está imponente muestra visual, que en su segunda edición está compuesta por más de 75 obras que no constituyen un simple rejunte de obras, sino una importante muestra colectiva de lo que son las artes visuales contemporáneas en la Argentina a través de sus máximos referentes, con obras que usualmente no se observan en una subasta. Es el caso también de la obra de Luis Tomasello, de Antonio Seguí, Julio Le Parc y de Yente.

La iniciativa cristaliza así una combinación solidaria de los mejores artistas del país que donan su talento y la oportunidad de adquirir obras y ayudar, en un evento único donde el arte y el compromiso se unen para dar más trabajo a todos los argentinos. Una auténtica fiesta de las artes visuales y de la solidaridad. Los esperamos. 



Texto del Director del Espacio de Arte AMIA
Seguramente los edificios poseen la memoria de los lugares que ocupan, de su historia y de las manos que lo construyeron. También son anidados por la misión que los constituye y por el deseo irrefrenable de ser habitados.
En marzo de 1995 realizamos la Muestra y Subasta por la Reconstrucción de AMIA. Los artistas respondieron. De esta manera el arte se constituyó como una de las voluntades significativas que permitió, no sólo levantar paredes, sino volver a construir la Casa. Y si bien el nuevo edificio de la calle Pasteur 633 es en sí un monumento de recordación, es una obra del artista Yaakov Agam, quien a través del arte cinético, articula arte y memoria en la entrada de la institución. El símbolo es elocuente, un edificio presidido por una obra de arte.

Cuando en el 2003 empezamos a desarrollar muestras esporádicas en el edificio, comenzamos a sentir la necesidad de que las artes visuales debían tener un espacio en el lugar que los artistas habían ayudado a levantar.

En mayo del 2004 quedó inaugurado el Espacio de Arte AMIA con el propósito de producir 11 muestras anuales presentando artistas consagrados y emergentes. Era de un acto de justicia restitutivo a la voluntad de los constructores, pero también se trataba, en este caso, de abrir la puerta de par en par. Aportar a la ciudad de Buenos Aires un nuevo marco institucional dedicado a las artes visuales con el clarísimo objetivo de construir un puente que pueda atravesar los pilotes o defensas que tanto separan.

Así se sucedieron casi un centenar de proyectos que comenzaron en la calle Pasteur, pero que también se desarrollaron en la Municipalidad de Bolívar, en el Museo de Boca, en el Palais de Glace, en el Centro Cultural Ricardo Rojas, en el Centro Cultural Recoleta, en el Teatro Argentino de La Plata, en la Villa Victoria Ocampo en Mar del Plata, en la Universidad de Londres y próximamente en los museos judíos de Berlín Y Frankfurt.

A la programación de artistas se le sumó un centro de creación y producción de “acciones por la memoria” a través de muestras, intervenciones urbanas, objetos y acciones en la vía publica, se trataba y se trata de parar el trabajo corrosivo del olvido a partir de diferentes practicas artísticas que trazaron un camino donde, a partir de la experiencia particular de una comunidad, se podía extrapolar esas vivencias y realizar un significativo trabajo y aporte en la lucha contra la impunidad en su sentido mas amplio y abarcativo. Todas las ideas que surgieron del Espacio de Arte AMIA tendieron a conceptualizar y provocar, entendiendo que es uno solo el recorrido que atraviesa todas las tragedias de nuestro país. Y por lo tanto, existe una sola forma de desandarlo: memoria, verdad y justicia.

Antes de empezar a convocar artistas para ésta 2º muestra y subasta, le pregunté a algunos amigos que les parecía el proyecto. Entendía que el recurso “remate” estaba siendo demasiado utilizado, y siempre se recurría a los artistas para sostener estas propuestas. Al primero que llamé, cuando le estaba explicando para qué se iban a utilizar los recursos, me interrumpió y me dijo que con gusto participaría porque era muy importante la misión que estaba llevando a cabo el Espacio de Arte AMIA y que era necesario apoyarlo. Cuando le expliqué que en realidad de lo que se trataba era de buscar recursos para el Servicio de Empleo de la AMIA, me contestó que se trataba entonces, de un doble compromiso. Eduardo Stupía no lo sabe, pero eso me convenció de hacerla, se trataba de la visualización desde donde se solicitaba la participación de los artistas.

Hoy las subastas solidarias son una herramienta utilizada para recaudar fondos para causas nobles. También pueden ser una oportunidad para reunir y presentar un cuerpo de obra que dé cuenta del amplio abanico de las artes visuales de nuestro país, a través de algunos de sus máximos representantes. La idea fue armar una muestra colectiva, un muestrario de sugerencias, de pistas para la mirada, un mapa de ruta con datos para investigar y seguir descubriendo, y con la particularidad de que al final de la exhibición todas las obras se subastaran. Se pensó en principio, en el conjunto de artistas, en los diálogos y en el universo contenedor. Se eligieron las obras como para ser colgadas juntas (tarea difícil) y en eso conté con la complicidad de los artistas que brindaron sus obras, como quien ofrenda sus mejores frutos.

El espectro diverso de las propuestas no sólo busca presentar un “panorama” de la plástica, sino ofrecer también distintas alternativas en un universo de calidad. El concepto era aumentar la cantidad de posibilidades para tentar, no solamente a aquellos que ya poseen obras, sino a los adquirientes primerizos. Esto constituía una de nuestras aspiraciones: incrementar el interés por las obras de nuestros artistas. Complementado por la realización de este catalogo, como documento y testigo, junto a ustedes, de lo que aquí aconteció y acontecerá.

Ojala que este mapeo identitario y valorativo del arte contemporáneo Argentino también delinee una verdadera cartografía del compromiso colectivo.

Quiero agradecer muy especialmente a Malba – Fundación Constantini, GALAAC – Asociación Argentina de Galerías de Arte Contemporáneo, Academia Nacional de Bellas Artes, Sección Argentina de la Asociación Internacional de Críticos de Arte y a la Asociación Argentina de Críticos de Arte, ya que su adhesión fortalece la visión de una acción sinérgica y la voluntad de transitar un sendero compartido. A los miembros del Comité de Honor. A los artistas, una vez más, por su entrega y amistad.

Elio Kapszuk
Director del Espacio de Arte AMIA
 

Texto de Diana B. Wechsler
Destellos luminosos en una constelación alfabética
Arte argentino contemporáneo en AMIA


En distintos tiempos y lugares, la atenta y fascinada observación de la bóveda celeste condujo a algunos hombres especialmente imaginativos, a pensar a las estrellas como diminutos puntos en el espacio. Puntos que era posible poner en relación a través del trazado de líneas. Éstas acabaron finalmente delimitando fabulosas figuras, que conocemos como constelaciones.
Pero sabemos que no todo conjunto de estrellas constituye una constelación, incluso podemos decir que ni siquiera un mismo grupo de astros, visto por hombres de pueblos diferentes en tiempos diversos, asume la misma forma o son asociados dando lugar a la misma imagen. Por lo tanto, debemos convenir que las constelaciones son líneas imaginarias que unen dos o más estrellas distantes entre sí, favoreciendo su identificación así como facilitando la orientación de quienes transitan la inmensidad de los océanos o las tierras desiertas.
Hace un tiempo, se ha instalado la metáfora de las constelaciones para pensar el mundo de las artes plásticas. Sin embargo, no estoy segura de que todo conjunto de obras sea capaz de delimitar una, o bien, que el recurso resulte siempre productivo. Pero no deja de ser atractiva la idea de ensayar - al enfrentarnos ante un conjunto interesante, vasto y diverso- una posible construcción, si se tiene en cuenta la coincidencia en tiempo y espacio de este grupo de obras que aquí se presenta por autor, en orden alfabético.
Desde una perspectiva cultural, las constelaciones se piensan como configuraciones aleatorias y precisas a la vez, determinadas por la convergencia de varios factores en un mismo tiempo y lugar. Allí, cada uno de estos elementos, al ponerse en relación con los demás para integrar la constelación pierde algo de su propio valor y a su vez potencia posiblemente otros. Estas configuraciones, por otra parte, no son homogéneas sino que son más bien producto de un instante fugaz en el que se hacen visibles, como aquél destello que iluminó la imaginación de quienes en la antigüedad, detenidamente, observaban el cielo cada noche.

En este sentido, el escogido grupo de obras reunido por Elio Kapszuk para esta muestra, se presenta como una tentadora invitación para pensar algunas posibles configuraciones dentro del arte argentino contemporáneo. El curador puso en juego sus dispositivos de selección para alcanzar este afinado conjunto en donde artistas y obras delimitan varios de los senderos de la imagen contemporánea.

Una ordenación casual como la que resulta del orden alfabético elegido como criterio para organizar la serie de imágenes reunidas en este catalogo no debería dar de sí nada más que eso, un orden. Es curioso entonces descubrir, a pesar de eso, ciertas posibles asociaciones productivas entre ellas. Un ejercicio que seguramente conducirá a su vez a otro, ligado a la valoración de las propuestas plásticas expuestas.

Situémonos entonces, ante la secuencia de obras de este catálogo. Desde el comienzo, con sorpresa, se verifica una primera asociación en la relación que se presenta al observar las resonancias pop de la obra de Carolina Antoniadis y otras equivalentes, aunque diversas, en el trabajo de José Luis Anzizar; la filigrana del encaje que recubre a Nicola Costantino en su autorretrato como Gloria Swanson que parece retomar e intensificar los fragmentos de calados de encaje pintados en la obra de Cynthia Cohen que la precede en la página anterior; la mágica figuración de Néstor Cruz y su contrapunto con la de Pablo de Monte; las abstracciones de Alberto del Monte yuxtapuestas con la de Juan del Prete, poniendo de relieve (en este encuentro casual, al que es inevitable cruzar saltando letras los trabajos de Yente, Monzo, Wells, Le Parc y Tomasello por ejemplo) algunas de las varias dimensiones de la abstracción en nuestro medio.

Entre tanto, Juan Doffo precede a Hernán Dompé y en ambos la dimensión mítica de la tierra se hace presente. En algunos tramos, las asociaciones conducen por senderos más complejos, como el que ofrece la sucesión de ritmos de una geometría aguda en la figuración urbana imaginaria de Mario Gurfein, con el rigor rítmico-geométrico que imponen los blancos sobre blancos del relieve de María Juana Heras Velasco, donde vibra pertinaz un pequeño círculo rojo. Mariana Schapiro, entre tanto, dialoga con Heras Velasco y con Bastón Díaz, reforzando la presencia de la escultura pensada para imponerse en el espacio urbano. En contrapunto con la propuesta de Pablo Reinoso, destinada a invadir-enredarse en los interiores.

Lo urbano, entre tanto (y desordenando el alfabeto nuevamente), establece serie a su vez con la fotografía de luces negadas de Ballesteros y la mirada vertical –desde arriba- de la foto de Sessa. Erlich, también desde la fotografía, señala otras alternativas para revisar las perspectivas y los diversos puntos de vista. Farco, le sigue, armando esta zona de propuestas desde la fotografía.

El planteo conceptual y el uso de la tipografía y la palabra como elemento de significación también encuentra su pequeña secuencia en este orden accidental del alfabeto: de Nora Iniesta a Kirin, de la palabra “solidaridad” a la palabra “curador”, guardando una discreta resonancia con los propósitos que llevaron a Kapszuk a reunir estos trabajos.

Kosice, por su parte garantiza con tres obras el preservar su propio entorno de visibilidad autónomo, sin embargo, resulta inevitable el rebote de las burbujas acuáticas de su trabajo, con las texturas presentes en la obra de Mirta Kupferminc.

Milo Lockett y López Armentía se encuentran en cierto umbral cercano a la sátira o la ironía ligera, como la de Feldstein respecto de la lógica del cuadro - a diferencia de la rudeza que sostienen propuestas como las de Benavidez Bedoya o Iglesias Brickles- para desembocar, a página contigua, en la inefable imagen de Leonel Luna en la que el blanco sobre blanco evoca la inmaterialidad de un ángel, que se replica en su estructura de diagonales con las que propone el grabado de Juan Melé.

Otros entrelazos son los que se dan entre la crítica institucional planteada por Benavidez Bedoya y la que al final del alfabeto se encuentra en el trabajo de Federico Zukerfeld que dispara al sistema del arte, recuperando irónicamente el gesto anti institucional de las vanguardias históricas.

La síntesis y austeridad de recursos de Karina Peisajovich hace contrapunto con la propuesta de Jorge Pereira revelando sin embargo, uno y otro, dos universos sensibles bien diferenciados. Por otra parte, el alfabeto viene señalando desde hace años una constelación de pintores con una identidad plástica poderosa capaz de reivindicar en cada pieza el placer de la pintura en tanto quehacer y perspectiva estética. Ellos son: Duilio Pierri, Felipe Pino, Jorge Pietra y Jorge Pirozzi. Junto a estos pintores, Ariel Mlynarzewicz y Omar Panosetti, por ejemplo, aunque alejados en el orden alfabético – al igual que Schwartz- están muy cerca en el goce expresado en los materiales y los gestos. Con ellos también –aunque por otros andariveles- Capilla y Castagna, Chab, Cañás y Santa María, más Stupía y Waissman, Perrín y Testa, se suman a partir de la fruición de la exploración con los materiales. Cercano a esta sensibilidad, aunque con otros materiales, está el trabajo de Chervin.

Perrotta y Pesce, entre tanto, establecen un diálogo desde las cosmovisiones diversas que alimentan sus respectivos mundos imaginarios, tanto como aquellos otros mundos que se derivan de propuestas como la del Cristo mariposa de Marcelo Bordese, o de las sutilezas del dibujo coloreado de Luis Benedit, la evocaciones del Grupo Escombros y las de Rocambole. En otro registro aparece el planteo de Martín Kovensky pensado de cara al Bicentenario.

Un recorrido aparte es el que se establece entre las Reliquias de Claudia Aranovich, que rescatan fragmentos de páginas de un libro religioso escrito en hebreo para reponer con ellas, sus superposiciones y el agregado de grafismos, quemaduras y manchones y el reflejo esquivo de un rostro, piezas de un puzle que se rehace una y otra vez en la memoria de occidente para no olvidar, y que arman serie con las presencias solitarias de las estrellas de David en los de trabajos de Pérez Celis y de Daniel García, por un lado y con la inquietante definición plástica del Zeitgeist en el trabajo de Gabriel Valansi.

Hasta aquí algunas asociaciones que proceden del accidente de la posición relativa dentro de este catálogo y su ordenación alfabética. Muchas otras relaciones son posibles, desde los tradicionales sistemas de generaciones, hasta los no menos convencionales conjuntos organizados según las pertenencias al mundo de la figuración o la abstracción. Sin embargo, dadas la singularidad del repertorio aquí reunido, la formalidad de estos registros resulta seguramente menos productiva que los destellos que arroja un recorrido atento a través de esta sucesión aleatoria que propone el alfabeto.

Ahora bien, así como afirmamos que no todo conjunto produce una constelación, seguramente las relaciones que se establecen entre estos artistas argentinos contemporáneos revelan algunas otras claves capaces de definir otros aspectos de nuestras artes plásticas. Entre ellas, el cuidado del oficio, aparece como un denominador común. Desde los más jóvenes hasta los mayores, la atención a la técnica puesta en juego en cada caso, la exploración de diferentes técnicas y materiales y con ellos de sus infinitas cualidades expresivas se convierte en un sello de identidad. Otro rasgo singular que contribuye a una posible definición de nuestro arte contemporáneo y del que esta selección es claro exponente, es el permanente diálogo con las tradiciones artísticas del mundo de las visualidades de occidente. Un diálogo que se presenta casi como continuidad y homenaje a la vez de las mejores versiones de la abstracción, como en los trabajos de maestros activos ya al promediar los años cuarenta Blazko, Melé, Kosice, Heras Velasco, y Tomasello, por ejemplo o las recuperaciones de quienes ingresan a la escena artística de manera sostenida en el curso de los últimos quince años, de las que el trabajo de Siquier y Peisajovich, aparece como modélico. Estos lazos con la tradición también se expresan con intensidad entre los artistas figurativos, de Daniel Santoro pasando por Salamanco, Roth y Romberg en cuyos trabajos se reconocen diálogos con míticas obras a través de citas directas - como el caso de la apropiación de Romberg del autorretrato de Van Gogh- o por medio de resonancias como las de Chagall y Rouault en Roth, o las escenas mágicas del relato de Natalio degli honesti de Boticelli en el trabajo de Santoro. Entre los fotógrafos también la técnica y puesta en marcha de los dispositivos del cultivo ajustado del oficio está presente revelando la excelencia de cada uno de los trabajos así como en las exploraciones de otras alternativas a partir de la fotografía como se ve en la propuesta de El Azem.

Conocimiento del oficio y de la tradición histórico-artística y cultural, para su reivindicación o para su revisión crítica, son dos de las claves que señalan de manera distintiva al arte argentino contemporáneo: rasgos que traspasan las prácticas de las distintas generaciones. Entonces, podemos afirmar que estos destellos, chispas y pequeñas iluminaciones, identificados en la serie alfabética de artistas que agrupa este catálogo, van delimitando ciertas constelaciones significativas en del laberinto formado por trayectorias personales y de grupos, que buscan atravesar con diversidad de recursos las tramas de lo real contribuyendo a su vez a su constitución.


Diana B. Wechsler
septiembre de 2009

Dra. en Historia del Arte. Postdoctoral Fellow - Getty Grant Program. Investigadora del CONICET. Directora de la Maestría en Curaduría en Artes Visuales UNTREF. Profesora regular de Sociología y Antropología del Arte, FFyL-UBA. Curadora independiente.

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