Sebastião Salgado: Un Legado de Luz y Humanidad
El mundo de la fotografía pierde a uno de sus más grandes exponentes: Sebastião Salgado, el fotógrafo brasileño que dedicó su vida a documentar la condición humana y la belleza del planeta con una sensibilidad única y conmovedora. Su obra trascendió las fronteras del arte, convirtiéndose en un testimonio imprescindible de las luchas sociales, las migraciones, los conflictos y la naturaleza en su forma más sublime. Salgado deja un legado visual profundo y transformador, fruto de una carrera que abarcó más de cinco décadas.
Primeros años: de la economía a la fotografía
Salgado nació el 8 de febrero de 1944 en Aimorés, un pequeño pueblo en el estado de Minas Gerais, Brasil. Criado en una finca rural, creció rodeado de naturaleza, experiencias que más tarde influenciarían su visión ecológica y humanista. Aunque su camino inicial no fue el de la fotografía, Salgado estudió economía y obtuvo un doctorado en París. Fue allí, en la década de 1970, donde el destino lo llevó a empuñar una cámara por primera vez.
Su transición fue definitiva: abandonó una prometedora carrera como economista en la Organización Internacional del Café para dedicarse de lleno a la fotografía documental. En poco tiempo, su estilo se caracterizó por un uso magistral del blanco y negro, una composición cuidadosa y una capacidad inusual para generar empatía.
Las grandes obras: la humanidad en foco
Desde sus primeros reportajes en África, Salgado demostró una sensibilidad única para retratar no solo el sufrimiento, sino también la dignidad de los pueblos desplazados, hambrientos o en lucha. Sus imágenes no explotaban la miseria: la denunciaban con respeto y fuerza.
“Other Americas” (1986)
Su primer libro importante, Outras Américas (Other Americas), fue el resultado de un trabajo de ocho años viajando por América Latina, documentando a comunidades indígenas y campesinas que viven al margen del desarrollo moderno. En él ya se vislumbra la profundidad ética y estética que caracterizaría toda su obra: retratos íntimos, paisajes rurales, escenas cotidianas dotadas de simbolismo social y espiritual.
“Sahel: El fin del camino” (1986)
En colaboración con Médicos Sin Fronteras, Salgado viajó al Sahel africano durante una terrible hambruna. Este proyecto no solo mostró imágenes desgarradoras de la miseria humana, sino que contribuyó activamente a campañas de ayuda internacional. Las fotografías sirvieron como puentes de conciencia, llevando la tragedia del África olvidada al corazón del mundo occidental.
“Trabajadores” (1993)
Uno de sus trabajos más celebrados es Workers, un tributo monumental al trabajo físico en todo el planeta: mineros en Brasil, cortadores de caña en Cuba, pescadores en Galicia, obreros del acero en India. Con este libro, Salgado ofreció una crónica visual del fin de una era: la del trabajo manual en su forma más heroica y brutal. Cada imagen es un homenaje, no solo al esfuerzo, sino también a la dignidad de quienes construyen el mundo con sus manos.
“Éxodos” (2000)
En Exodus (Éxodos), Salgado abordó uno de los dramas centrales de nuestro tiempo: los movimientos migratorios. Durante seis años, recorrió más de 40 países para documentar el desplazamiento de millones de personas por guerras, pobreza, discriminación o catástrofes naturales. Con una mirada profundamente empática, mostró a refugiados africanos, kurdos, afganos, latinoamericanos, no como masas anónimas, sino como individuos con rostros, historias y sueños.
El viraje ecológico: “Génesis” y el regreso a la raíz
Después de años de trabajo en zonas de conflicto y crisis humanitarias, Salgado sufrió una profunda crisis personal. Al regresar a Brasil, encontró que la tierra de su infancia estaba devastada por la deforestación. En lugar de rendirse, él y su esposa Lélia Wanick Salgado emprendieron una titánica tarea de reforestación en su hacienda. Fundaron el Instituto Terra, una organización dedicada a la restauración ecológica y la educación ambiental, que ha plantado más de dos millones de árboles.
Inspirado por esa experiencia, Salgado inició su proyecto más ambicioso: Génesis (2013). Este libro es un canto de amor al planeta Tierra. A través de más de 30 viajes en ocho años, retrató regiones aún vírgenes, poblaciones indígenas, animales salvajes, paisajes intactos. Desde el Ártico hasta la Amazonía, pasando por África, Indonesia y la Antártida, Génesis es un llamado a preservar lo que aún no hemos destruido.
El trabajo combina una belleza estética abrumadora con un mensaje urgente: la necesidad de reconectar con la naturaleza antes de que sea demasiado tarde. Con imágenes de una calidad técnica impecable y una sensibilidad poética, Salgado logró lo que pocos fotógrafos han hecho: convertir la fotografía en un acto de resistencia ecológica.
Amazonia: su último gran amor
En sus últimos años, Salgado volvió su mirada —y su lente— hacia uno de los pulmones del planeta: la Amazonía. En el monumental libro Amazônia (2021), fruto de siete años de exploración, retrató a los pueblos originarios de la región, así como su exuberante biodiversidad.
Más que un proyecto fotográfico, Amazônia fue una declaración política y ética. Salgado alertó sobre la destrucción sistemática de la selva, la amenaza constante a los pueblos indígenas y la necesidad urgente de proteger ese ecosistema esencial para el equilibrio climático mundial. Como siempre, su cámara fue su voz.
La exposición itinerante de Amazônia, que recorrió importantes museos del mundo, se presentó no solo como una muestra visual, sino como una experiencia sensorial, acompañada de sonidos grabados en la selva y música compuesta por Jean-Michel Jarre.
Estilo y filosofía
La fotografía de Salgado se reconoce a simple vista: blanco y negro contrastado, composiciones rigurosas, fuerte carga emocional. Pero más allá de la forma, lo que lo distingue es su ética. Nunca fotografió desde la distancia del voyeur ni desde la superioridad del observador. Su mirada era horizontal, solidaria, comprometida.
Su técnica —uso exclusivo de la luz natural, preferencia por cámaras analógicas de medio formato durante décadas, luego digitales de alta definición— estaba al servicio de un objetivo mayor: hacer visible lo invisible, dar voz a los sin voz, crear conciencia a través de la belleza.
En numerosas entrevistas, Salgado afirmaba que “la fotografía es más que un arte, es una forma de vida, un compromiso con el otro”. Sus imágenes no eran una decoración: eran una denuncia, un testimonio, una súplica.
Reconocimientos y legado
Sebastião Salgado recibió innumerables premios, entre ellos el Premio Príncipe de Asturias de las Artes (1998), el Premio W. Eugene Smith, el World Press Photo y la distinción como Embajador de Buena Voluntad de UNICEF.
Pero más allá de los galardones, su mayor legado es ético. Inspiró a generaciones de fotógrafos a ver el mundo con otros ojos, a comprender que el arte visual puede ser una herramienta de transformación social y ambiental.
El documental: “La sal de la tierra”
En 2014, el cineasta Wim Wenders, junto con Juliano Ribeiro Salgado (hijo del fotógrafo), dirigió La sal de la tierra, un documental que recorre la vida y obra de Salgado con sensibilidad y respeto. El filme fue nominado al Oscar y recibió múltiples premios. Allí, Salgado dice: “He presenciado las peores cosas… pero también la belleza de este planeta. Y creo que vale la pena luchar por él”.
Una mirada que permanece
Con su partida, el mundo pierde a uno de sus más lúcidos testigos, pero su obra queda como un faro. En tiempos donde las imágenes son fugaces y desechables, las fotografías de Salgado perduran. Nos interpelan, nos conmueven, nos obligan a mirar más allá de nosotros mismos.
Sebastião Salgado no solo fotografió el mundo: lo amó, lo denunció, lo defendió con su cámara como un escudo de luz. Hoy su voz se apaga, pero su mirada sigue viva, recordándonos que la fotografía —cuando nace del alma— puede ser también un acto de esperanza.
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