Pensé que eran demasiadas horas para estar en un tren, solo para ver montañas, a tanta altura... pero el tiempo pasó tan rápido como los cardones, los pueblitos a la vera de las vías, los rulos y los zigzags, los puentes y los túneles, las combis y camionetas que seguían al tren para verlo trepar al punto más alto en el Viaducto La Polvorilla.
Luego el regreso por San Antonio de los Cobres (a 4200mts. sobre el nivel del mar), donde como recién allí había señal de celular nos enteramos que a media mañana había habido un temblor de 6.8 que ni siquiera sentimos... Y los paisajes fugaces nos seguían sorprendiendo en el regreso, mientras el sol iba bajando y la noche acariciaba el tren, que se iluminaba con cantos y guitarras y la alegría de haber hecho un viaje soñado.