Los retratos representan para el sujeto fotografiado, su orgullo y la manera más real (bidimensional) de su personalidad. Para el profesional de la fotografía, es su carta de presentación; ya que en el mismo, dice mucho de su estilo personal y de las técnicas y artilugios que suele utilizar en su labor como artista de la lente.
En los albores de la fotografía (1830-40), los artistas pintores y dibujantes temieron por esa nueva técnica que recien se descubría y ello ocasionó que se convocaran a nivel de los paises entonces ya industrializados (Inglaterra, Francia, Italia, Alemania, entre otros) para levantar su voz en contra de la misma. Afortunadamente, se llegó al consenso de que dicha y novedosa técnica e invento, serviría como un importante complemento para la pintura; y que lejos de subestimarla, la elevaría aún más en las Bellas Artes.
Efectivamente, ya para finales del siglo XIX, la pintura se consolidó como la tercera forma más sublime de las Artes (después del Habla y la Escritura) y la fotografía junto a su hermano el cinematógrafo, se convirtieron en el Séptimo Arte.