FotoRevista ¦ 23 años en la web
Cuando FotoRevista me convocó para esta muestra, enseguida fueron pasando por mi mente algunas de las imágenes que subiría. Y pensé, para el cierre, subir fotos donde hubiera chicos, y como verán, algunos de ellos se encuentran en situación de calle.
Y en estas fotos me planteo donde está el límite.
Y ahí recuerdo lo que Sebastiao Salgado dice respecto a esto: siempre hay que encarar los temas con dignidad, es decir, no mostrando lo peor de la persona fotografiada, sino lo mejor. Y no es fácil. Ni en chicos, ni en grandes.
Y por qué blanco y negro? En mi caso, el color desvía la atención sobre lo que uno quiere mostrar, especialmente en fotografía callejera. Ojo, me gusta y mucho la fotografía color, y hay mucha fotografía que sí o sí debe permanecer así.
Pero hay otro tipo de fotografía, la de expresión, que desde mi percepción, debe mostrarse en blanco y negro. Y desde lo técnico, me pasó algo especial. Durante 15 años copie mi propio blanco y negro y aún conservo la ampliadora pero desarmada.
Pero con el advenimiento de lo digital, la cosa se complicó en principio para mí. No más papeles multigrado, no más filtros, no más experimentos con químicos. Hoy todo se plantea en un monitor. Y el desafío me gustó. Y de a poco fui sintiendo, salvando diferencias obvias, sensaciones similares frente a cada imagen.
Descreo, aunque los enseño, de métodos como el de Greg Gorman, Rob Carr u otros, que brindan sí soluciones razonables al momento de editar, pero es eso, además de ser acotada. Lo bello de eso es “experimentar” con cada imagen. Abrirla, pensarla, sentirla.
Y el blanco y negro está extremadamente ligado a las percepciones, porque no hay colores, hay tonos. Y ver, previsualizar la imagen tonalmente es, desde mi punto de vista, uno de los mayores desafíos a transitar.
Pero hacer fotografía en serio, requiere de una sola cosa: PASIÓN.
Perdón, estoy obviando algo importante: en mi vida no es una sola cosa, son dos. La otra, y que van juntas, es MI FAMILIA. Mis hijos, Pabli y Valen, que viven y sufren mi acoso fotográfico desde que nacieron, y que en cada ocasión que se da, están con predisposición para acompañarme y que silenciosamente, son parte de todo esto. Bueno, lo de silencioso es relativo, especialmente cuando mi hijo adolescente me dice Pa, otra foto no. Mi mujer, Laura, también apasionada por la fotografía, es un motor esencial. Sin ella, mucho de lo que ven aquí no estaría plasmado. Vero, la hija de Laura, que por estar ya en los 15 años, no pelea con mi cámara, sino que siempre dispone de un rato para alguna que otra imagen.
Por otro lado, quiero agradecer a mis alumnos. La interacción con ellos es esencial, porque la fotografía no es cuestión de cámaras, es cuestión de seres humanos que vibren con esto y miren en la misma dirección y esto se percibe en cada Taller o Workshop dictado. Y lo que he recibido a lo largo de los años de parte de ellos no puede describirse en palabras.
Ah, me queda algo en el tintero. También quiero agradecer, a cada persona que he fotografiado, y que han abierto las puertas de su corazón, muchas en situaciones que para uno sería muy difícil sobrellevar.
El límite de la fotografía es nuestro propio límite
