Abandonos / Pinella - Pousa

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"Abandonos"

Rubén Pinella - Jorge Pousa

Tres Arroyos, Buenos Aires, Argentina
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Un folleto de promoción turística del partido de Tres Arroyos distribuido oportunamente por la oficina de turismo municipal menciona que “con una población de 55.000 habitantes, Tres Arroyos se encuentra ubicada en la región sur de la provincia de Buenos Aires, una zona agrícola ganadera por excelencia. Es uno de los lugares más importantes en la producción triguera de la República Argentina. Las tareas agrarias se ven beneficiadas por las lluvias regulares y sobre todo por la excelente calidad de las tierras.”. Sobre la ciudad cabecera del distrito el citado material publicitario agrega: “Nació como casi todos los pueblos de la provincia, a los alrededores del ferrocarril, para más tarde tomar características propias y distintivas”, destacaba su“importante actividad industrial, que la llevó a ser considerada una de las ciudades más pujantes de la provincia de Buenos Aires”, y que “se caracteriza por ser una ciudad tranquila, de gente trabajadora.”

Lamentablemente, estas características definen un Tres Arroyos de otro tiempo, otra época. La realidad cambió notoriamente a partir de la implantación en el país de políticas económicas neoliberales (o neocoloniales), que fueron impuestas a costa de la sangre de decenas de miles de personas en la década del ’70 y ampliadas sin escrúpulos durante la década del ’90.

Neoliberalismo y globalización
Ignacio Ramonet (1), en su libro “Guerras del siglo XXI”, define al neoliberalismo como “una segunda revolución capitalista. La globalización económica se extiende a los rincones más apartados del planeta soslayando tanto la independencia de los pueblos como la diversidad de los regímenes políticos. Tanto es así que la Tierra vive una nueva era de conquistas, como en la época de las colonizaciones. Pero si los principales actores de la anterior expansión conquistadora eran estados, esta vez quienes pretenden dominar el mundo son empresas privadas y conglomerados, grupos industriales y financieros. Los dueños de la Tierra nunca fueron tan pocos ni tan poderosos. Estos grupos están situados fundamentalmente en la tríada Estados Unidos-Unión Europea-Japón”. El autor señala que esta nueva forma de conquista “trae consigo destrucciones impresionantes, como atestigua la espectacular quiebra de Argentina en diciembre de 2001. Dicho país era el mejor exponente del modelo universal preconizado por el FMI”. 
Ramonet también dice que en este contexto “el mercado tiende a gestionar, a reglamentar todas las actividades humanas. Antaño, ciertos ámbitos (la cultura, el deporte, la religión) se mantenían fuera de su alcance. Ahora, son absorbidos por la esfera del mercado. Los gobiernos le ceden terreno en forma gradual y le abandonan actividades del sector público (electricidad, ferrocarriles, correos, enseñanza, etc) mediante las privatizaciones. Sin embargo, el mercado sigue siendo el principal enemigo de la cohesión social (y de la cohesión mundial), pues su lógica sólo concibe una sociedad dividida en dos grupos: los solventes y los insolventes. Estos últimos, que ni producen ni consumen, no le interesan en lo absoluto; están, por decirlo así, fuera de juego. Por naturaleza, el mercado es un productor de desigualdades, lo que no le impide exhibir una arrogancia pasmosa”.

El neoliberalismo en la Argentina y Latinoamérica
El 24 de marzo de 1976 se inició en la Argentina la dictadura militar más feroz y sangrienta de toda su historia, que dejó, como secuela más evidente, 30.000 muertos y desaparecidos, miles de personas detenidas y torturadas, otros tantos exiliados y un pueblo que durante mucho tiempo estuvo paralizado y silenciado por el terror.

El objetivo perseguido por los autores de tamaño genocidio (a instancias del gobierno norteamericano y la CIA, como parte de un plan continental) fue terminar con toda resistencia al modelo capitalista e instaurar una política económica y social que desde entonces y hasta hoy desangra a nuestro continente. Los principales beneficiados de esa sangría son las grandes corporaciones económicas nacionales y extranjeras.

Como claramente lo expresa el Dr. Martín Almada (2) en su disertación “Derechos humanos, corrupción e impunidad (una reflexión imprescindible)”: “La Memoria nos recuerda que la década de los años 60 constituyó una etapa de auge político de la lucha de los pueblos latinoamericanos contra las injustas estructuras económicas. El surgimiento de movimientos de liberación nacional, la activación de grandes luchas indígenas, campesinas y obreras, la instauración de algunos gobiernos democráticos en el continente como el de Joao Goulart en Brasil y el de Salvador Allende en Chile, fueron expresión de ese proceso.
El movimiento de liberación se enfrentó con los intereses de los Estados Unidos y las elites locales a su servicio. El Pentágono diseñó una política de normalización en la región. Según el plan estratégico, el mundo estaría dividido en dos bloques irreconciliables, el ‘comunista oriental’ y el “cristianismo occidental”, y América Latina debería pertenecer al segundo bloque. En consecuencia, se llevó adelante una política de destrucción masiva de toda opción de cambio que lesione esta repartición del mundo.”

Si bien la dictadura en la Argentina terminó en el año 1983, con una salida democrática que sigue vigente en forma continuada hasta la actualidad, ninguno de los gobiernos que la sucedieron cambió el modelo económico que aquella instauró. Es más, a partir de la década del ’90 (período signado por la corrupción y la impunidad política), dicho modelo se profundizó con el desguase del Estado (privatizaciones de las empresas nacionales y del sistema de jubilaciones, pauperización de los servicios de educación y de salud públicos, etc).

Lo descrito ha llevado a la Argentina a la catastrófica situación actual: la desocupación creció en forma alarmante, más de la mitad de la población quedó por debajo de la línea de pobreza y el hambre se ha instalado en una gran franja de la sociedad que sobrevive en la indigencia.

Cómo afectó el neoliberalismo a Tres Arroyos
Desde que se instauró el neoliberalismo, paulatinamente se fueron cerrando las fábricas y los comercios que absorbían la mayor parte de la mano de obra de la localidad. Algunas empresas lograron sobrevivir a la feroz recesión del mercado mediante despidos masivos de personal, aumentando notoriamente los niveles de desocupados y subocupados. En las áreas rurales, la modernización de las tareas y la concentración de las tierras en pocas manos agravaron aún más el problema laboral ya que obligaron a emigrar hacia la ciudad a los trabajadores del campo.

A estos hechos se sumó la desaparición de los más elementales derechos alcanzados por los trabajadores a lo largo de la historia. Este ataque contra las conquistas gremiales tuvo como hacedores a los sectores empresarios con mayor poderío económico y al propio Estado. Se denominó “flexibilización laboral”, eufemismo utilizado para enmascarar nuevos despidos bajo la figura del “retiro voluntario”. En la práctica no fue otra cosa que obligar a centenares de personas a renunciar a sus empleos a cambio de una indemnización injusta, sin dejarles chances de reclamos de ninguna naturaleza, y generar unos pocos trabajos temporarios, llamados “empleos basura”: trabajadores explotados que deben aceptar cualquier arbitrariedad y humillación para no quedar en la calle. La consecuencia fue que para los pocos “empleos basura” ofrecidos se formen filas interminables de aspirantes con las más diversas y altas capacitaciones.

Muchos de los trabajadores que perdieron los empleos en fábricas o en el campo se encontraron de pronto excluidos del sistema que una vez los albergó. Gran parte de ellos no poseen estudios ni edad para reinsertarse en el mercado laboral, tienen a cargo familias numerosas y están completamente desprotegidos por un Estado cada vez más reducido y sometido. En este marco luchan como pueden por subsistir.

Los que poseían algún capital, derivado del ahorro o de la indemnización por despido, optaron por el cuentapropismo. Así surgieron decenas de pequeños comercios que, a duras penas, logran mantenerse abiertos, y un número elevadísimo de nuevos transportes públicos, básicamente remises, que ofrecen viajes a precios ínfimos. Este fenómeno produjo una gran competencia en el sector, lo cual impide el correcto mantenimiento o recambio de las unidades y, además, provocó la desaparición de las tradicionales líneas de colectivos de la ciudad, hecho que perjudicó principalmente a los habitantes de las zonas mas alejadas y desfavorecidas, quienes vieron desaparecer su medio de comunicación con el centro de la ciudad.

Por su parte, muchos de los desempleados que no dispusieron de ningún capital para iniciar un emprendimiento alternativo encontraron en el cirujeo por las calles y en el basural municipal la forma de ganarse la vida; para ello escarban en los desperdicios en busca de metal, cartón, vidrio o cualquier elemento comerciable. Son centenares de personas de ambos sexos de entre 5 y 70 años que apenas logran sobrevivir, trabajando en promedio 10 horas por día en condiciones infrahumanas: comparten el lugar con las ratas y alimañas, aspirando constantemente el nauseabundo e insalubre humo del plástico quemado, y a veces duermen en ese mismo lugar.

Otra de las consecuencias de la aplicación de políticas neoliberales fue la proliferación de comedores infantiles comunitarios. En escuelas, en casas de familias, en salones o galpones en desuso y en ONG se lucha para mitigar el hambre de miles de niños con lo poco que se obtiene a través de magros subsidios y donaciones. Según publicó el periódico El Periodista en diciembre de 2002, en el partido de Tres Arroyos existen 36 comedores escolares que reciben unos 2600 chicos por día, 6 Centros de Atención Integral que funcionan bajo la órbita municipal con aportes provinciales donde se les da de comer a 400 niños y 2 Jardines Maternales en los cuales reciben asistencia unos 300 pequeños y su grupo familiar. A estos comedores deben agregárseles los que se fueron creando por iniciativa de particulares o asociaciones barriales ante la insuficiencia de los anteriormente citados, los cuales atienden a varios cientos de chicos más. Pero el problema de la desnutrición no sólo afecta a los niños. Si bien es cierto que el riesgo en todo sentido es mayor en los menores de 12 años, mucho más entre quienes tienen entre cero y dos años, también hay jóvenes y adultos con riesgo de desnutrición, quienes generalmente quedan afuera de los programas de asistencia, o sea que ni siquiera reciben alimentos.

Cómo afectó el neoliberalismo a las localidades rurales del partido de Tres Arroyos
Las pequeñas localidades rurales del partido de Tres Arroyos, al igual que la mayoría de los poblados similares de la República Argentina, surgieron y crecieron en torno a las estaciones del ferrocarril cuando éste se extendió por el territorio nacional debido a la necesidad de contar con un medio para transportar la producción de cada región al puerto de Buenos Aires.

La prosperidad de la economía Argentina de otros tiempos, basada en la importancia y el valor de los campos situados en zonas como Tres Arroyos, dio lugar a que los pueblos rurales tuvieran un desarrollo significativo. El aumento de su población estable y la creciente circulación de personas impulsó en su momento la instalación de servicios educativos básicos, la apertura de lugares para alojamiento, el nacimiento o la radicación de sucursales de cooperativas de productores agropecuarios, la llegada de servicios de primeros auxilios médicos, la construcción de viviendas y, en algunos lugares, hasta posibilitó la edificación de iglesias semejantes a las existentes en ciudades medianas y grandes.

Sin embargo, los tiempos de bonanza sufrieron un primer golpe mortal cuando el sistema ferroviario, en manos del Estado, se tornó obsoleto y empezó a perder terreno frente al transporte carretero, que contaba con camiones con una mayor velocidad de traslado y buena capacidad de carga.

Esta situación crítica podría haber sido aprovechada para renovar una red vetusta y recuperar la competitividad perdida, pero, por el contrario, se convirtió en la excusa perfecta que hallaron los impulsores del neoliberalismo para justificar el abandono al que sometieron a los trenes y, más tarde, su posterior concesión al sector privado, la cual fue promocionada como la solución a todos los problemas, aunque en los hechos significó la desaparición definitiva del servicio en casi todo el país.

Al quedar virtualmente paralizada la red ferroviaria, las personas que trabajaban o dependían de alguna forma de ésta fueron dejando paulatinamente las poblaciones rurales para trasladarse a centros urbanos y, en consecuencia, las construcciones pertenecientes al ferrocarril (galpones, salas de espera de pasajeros, boleterías, casas del personal, etc.) quedaron abandonadas. El éxodo también dejó varias viviendas cerradas y a sus propietarios con pocas esperanzas de poder venderlas o alquilarlas, ya que nadie busca una casa en lugares donde desaparecen las oportunidades de emplearse y crece el aislamiento -las localidades rurales se encuentran alejadas varios kilómetros de las carreteras importantes y el tren también era la única vía de conexión directa con ciudades más grandes.

A pesar de la situación, los pobladores que tenían algún tipo de vínculo con las tareas campestres o que prestaban servicios al sector permanecieron en los pueblos. Pero el golpe de gracia vino a darlo la interminable (y no casual) crisis económica de nuestro país. Poco a poco la producción agropecuaria se convirtió en un negocio de escasas o nulas ganancias para quienes no tuvieran una importante cantidad de tierras. Esto generó desempleo entre los obreros campesinos, produjo el cierre de cooperativas e hizo que un gran número de pequeños y medianos productores vendieran sus campos a grandes capitales o que los arrendaran bajo condiciones muy poco favorables. El resultado fue una nueva migración hacia la ciudad.

Actualmente, las aldeas rurales sufren un creciente deterioro y la constante huida de sus habitantes. Sin embargo, no todo el mundo ha podido irse. Hay quienes permanecen en los pueblos porque saben que no tienen chances de reinsertarse en el sistema económico de los centros más poblados debido a que sólo son expertos en tareas de campo, o ya son demasiado mayores, o porque para poder marcharse deben vender o alquilar la vivienda que poseen, lo cual es imposible a causa del cuadro descripto.

Por otra parte, aún en su estado de deterioro, las localidades suelen recibir nuevos habitantes, aunque no todos se instalan en forma definitiva. En general, se trata de trabajadores que pierden sus empleos en el campo o de personas que escapan de la miseria y la marginalidad que padecen en las áreas urbanas. La mayor parte de ellos carece de vivienda e ingresos fijos por lo que algunos ocupan las ruinosas construcciones del ferrocarril y las convierten en su hogar.

Asimismo, existen pueblos en donde las edificaciones de clásico estilo inglés que ocupó el antiguo Ferrocarril General Roca -nombre que tenía la desaparecida empresa estatal que operaba en la región sur del país- fueron parcial o totalmente recicladas y convertidas en capilla, biblioteca o lugar de recreación, todo ello merced a la buena voluntad y al esfuerzo que han puesto los pobladores para mejorar el aspecto del espacio donde viven. Sin embargo, son mayoría los lugares donde las mencionadas construcciones exhiben los despojos que produjeron el abandono, los temporales y la propia mano del hombre.

Conclusión
Ante esta problemática creciente, desde todos los sectores de poder nacionales, que no son sino meros representantes de las grandes corporaciones económicas, se impulsa, en detrimento de otras alternativas, la resignación y la caridad frente al hambre, la desocupación y la marginación, se acusa de delincuentes a los que reclaman por sus derechos y se menosprecian las luchas que, con sus limitaciones, se tejen en el seno de los sectores más castigados de la sociedad. Para ello cuentan con la indispensable colaboración de los grandes medios de comunicación masivos, que responden o pertenecen a los mismos conglomerados económicos dominantes y, en consecuencia, criminalizan a los sectores más combativos y sus legítimas protestas con el propósito de amedrentar a una clase media alicaída, manteniendo de esta forma el control que el poder económico ejerce sobre las propias víctimas que produce con sus injusticias cotidianas.

En 1987, en medio de una crisis económica mundial provocada por la falta de certeza de los acreedores respecto del cobro de las deudas externas a los países tercermundistas, un informe de Wall Street advertía que Argentina era uno de los pocos países que podía suspender los pagos y sostener su economía, es decir, no dependía de terceros para subsistir. Tal vez allí debamos buscar las razones que motivaron el apoyo del poder económico internacional a las políticas de entrega que generaron la quiebra del país en los noventa.

Noam Chomsky (3) afirmó alguna vez que ''no es una exageración decir que el futuro de la especie humana depende de si las fuerzas de rebelión contra el neoliberalismo pueden llegar a ser suficientemente fuertes, movilizadas y organizadas para contrarrestar el oleaje en la otra dirección''. 
La presente documentación fotográfica intenta colaborar en tal sentido, y constituirse en un acto de reflexión sobre las consecuencias nefastas de la aplicación sistemática de políticas promotoras de individualismo y desigualdad.

Jorge Pousa – Rubén Pinella


1 Ignacio Ramonet es doctor en semiología y en historia de la cultura, especialista en geopolítica y estrategia internacional y profesor de teoría de la comunicación en la Universidad Denis Diderot de París. También es director del mensual Le Monde diplomatique, fundador de Attac, de Media Watch Global y uno de los promotores del Foro Social Mundial de Porto Alegre.

2 Dr. Martín Almada: Abogado y educador paraguayo. Es un activo defensor de los Derechos Humanos y por tal motivo le fue otorgado el Premio Nóbel alternativo en el año 2002.

3 Noam Chomsky importante lingüista, intelectual y activista político, quién dedica gran parte de sus esfuerzos a condenar a su propio país, EE.UU. Es profesor en el Instituto Tecnológico de Massachusetts.

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