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El Pagaré (una pobre historia)

Publicado: 10-08-2009
3088 visitas desde el 13/08/09

Por: Roberto Kuper

Buenos Aires, Argentina
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  Tweet Noche tras noche, su mente fue incubando una sórdida idea.
Durante el día su razonamiento, embotado por su falta de sueño, se negaba a funcionar claramente y su cerebro comenzaba una actividad afiebrada... vertiginosa. 

Sentía en sus miembros un cosquilleo que lo impulsaba a tomar actitudes que su corazón no deseaba.
En esas condiciones se lanzaba a las calles.
Se interno en los barrios humildes de la ciudad.
Frecuentando viejos cafés que solían estar abiertos hasta altas horas de la noche, o vagando por solitarias calles en largas caminatas.
Nadie reparaba en el, con el sombrero hundido hasta las cejas y sus manos en los bolsillos. 

Luego de vacilar, penetró en una desvencijada casa de chapa y madera.
Un largo corredor se presentaba a su frente. Sucio. Una débil luz amarillenta acentuaba más la sensación paupérrima del lugar, resaltando con pequeñas sombras el descascarado de las paredes.
Una línea de tiza blanca lo acompañaba a la altura de sus muslos.
Al final del largo pasillo, una escalera… que comenzó a subir lentamente.
Al llegar al final de la misma, frente a una puerta verde, se detuvo.
Su mano derecha se crispo dentro de su bolsillo.
Golpeo con los nudillos. Espero unos instantes.
Arrastrando el piso, esta se abrió… sujeta por una corta cadena.
Un rostro ajado y soñoliento lo observó por el estrecho espacio… al reconocerlo, cerró y volvió a arrastrar la vieja puerta…haciendolo entrar. 

La nuca le palpitaba como un furioso tambor…ocupó una vieja silla… ante sus ojos, un cuadro que lo estremeció ambientaba el cuartucho.
En una desvencijada cocina una avejentada mujer, cocinaba una única olla, impregnando con su indefinido olor la pequeñez del lugar.
En una mesa un niño esperaba con su plato.
La raya de tiza volvió a su mente.
En una cama revuelta, otra criatura dormía de cara a la pared.
Su mano continuaba apretando aquel papel sin atreverse a sacarlo a relucir. Uno de los niños comenzó a llorar.
De un salto se puso de pié y salió raudamente de allí.

El largo pasillo se le hizo corto.
Salió a la calle… y al cruzar casi es atropellado por un automóvil que circulaba como desorientado por el lugar.
Se detuvo y unas fuertes palabras lo insultaron por su falta de precaución, tratándolo de borracho…
Con el dibujo de una sonrisa se fue alejando de allí.
Una pequeña plaza le ofreció un lugar para ordenar sus ideas.
Comenzaba a sentirse bien… liberado… hasta bueno. 

Su mano derecha salió de su oscuro habitáculo y llevó a sus ojos un pequeño papel.
Con una casi pueril alegría, lo rompió en cien pequeños trozos.
Ese pagare, y esa actitud, lo hizo feliz. 

Se puso de pié y se dirigió a un pequeño boliche en una esquina.
Vacío, con ese clima de tristeza que a esas horas, ocupan seres anónimos y solitarios.
Se sentó junto a la única puerta del mismo.
Una mujer que allí se encontraba le ofreció una pequeña estampa…
La rechazó, para enseguida arrepentirse y cambiar su actitud por un celeste billete de dos pesos.
La dejó sobre la mesa y casi al instante un pibe de no mas de diez años la tomó y corrió a la calle… y desde la vereda le lanzo una carcajada acompañada por un gesto que decía lo mucho
que disfrutaba con su acción.
Le devolvió el gesto con una breve sonrisa y tomando su taza de café, pensó que ahora podria decirse que había conseguido una mínima alegría al romper ese trozo de papel… que seguramente no sería para el algo terrible y sin solución, pero que a esa pobre gente se le antojaría como una mano caliente sobre el corazón.
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