Durante décadas el fotoclubismo fue el amo y
señor de la fotografía en la Argentina. Los popes del
mismo eran quienes decidían quién merecía exponer,
cuándo y dónde. Foco, calidad, regla de los tercios,
puntos áureos eran los dioses a los que se rendía pleitesía...
jamás una foto movida, nunca un fuera de foco en primer plano,
ni una mano cortada, ni un sujeto en el centro de la escena.
Todo perfectamente armado a espaldas de la realidad en un absurdo
culto al neopictorialismo.
Nuevas corrientes surgidas a principios de los 80 nos mostraron otros caminos, otras libertades. Los reporteros gráficos hicieron escuela, se comenzó a valorar la fotografía documental. Sectores cada vez más mayoritarios aceptaron que la fotografía tenía un lenguaje propio que no debía subordinarse a las normas pictóricas. Mientras el fotoclubismo se abroquelaba en si mismo y quedaba como el Santo Oficio de la fotografía, las nuevas corrientes se afianzaron y ocuparon todos los lugares que quedaban libres más todos los nuevos que iban surgiendo.
Hoy, con la irrupción de la fotografía
en las Galerías de Arte, nos encontramos con que hay nuevos
popes que deciden quién merece exponer, cuándo y donde.
Ya no interesan ni puntos áureos ni fueras de foco ni reglas
de los tercios... y si la foto está movida mejor, eso sí,
tiene que ser grande, muy grande, ya que así decora mejor los
ambientes y es más vendible.
De documentalismo... ni hablar. Quién va a colgar una foto
de pobres en el living de su casa !!!
Hasta en lugares que nacieron como fotogalerías hoy cada vez más seguido se ven muestras en los que la fotografía es apenas el soporte usado para la obra, puro "fotografiarte" y siempre a espaldas de la realidad de nuestro país.
Parece mentira que quienes en su momento fueron progesistas, independientes y avanzados, hoy son los nuevos "curadores" que participan alegremente de las "Gallery Nights", tomando champán por la Avenida Alvear. Es el neofotoclubismo, igual de cerrado que el anterior.
Humberto Farro
Editor