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¿Cómo mierda sobrevivimos en nuestra infancia?

Publicado: 12-09-2009
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Por: FotoRevista (texto anónimo)

Buenos Aires, Argentina
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  Tweet ¿Acaso eres una persona sobrenatural, o sencillamente un todopoderoso?
Aquí verás las cosas peligrosas que tuvimos que pasar para llegar al siglo XXI. 
Realmente si uno lo piensa, se dará cuenta que es un verdadero milagro seguir viviendo.

De niños andábamos en coches que no tenían cinturones de seguridad, ni bolsas de aire, ni sillitas de niño...

Colgarse de la caja de la camioneta de reparto o ir en la plataforma del autobús era un paseo especial y todavía lo recordamos.

Nuestras cunas estaban pintadas con brillantes colores... de pintura a base de plomo.

No teníamos tapas con seguro contra niños ni en las botellas de medicina, ni en los enchufes, ni en las puertas.

Cuando andábamos en bicicleta jamás usábamos casco.

Tomábamos agua de la manguera del jardín y no de una botella de agua mineral.

Gastábamos horas y horas construyendonos carritos de chatarra y los que tenían la fortuna de tener calles inclinadas los echaban a andar ladera abajo y en la mitad se acordaban que no tenían frenos. Después de varios choques con las ligustrinas o con los árboles, aprendimos a resolver el problema frenando contra el cordón de la vereda y con la zapatilla o la alpargata del otro lado. ¡Sí, nosotros chocábamos con ligustrinas o con árboles, no con autos!

Salíamos a jugar con la única condición de regresar antes de que comenzara a anochecer.

El colegio duraba hasta el mediodía (no había doble turno), y entonces podíamos llegar a casa a almorzar (los que iban a la tarde comían más temprano).
Si la maestra nos ponía en penitencia, jamás una madre iba a ir al colegio a quejarse (el padre sólo era quien firmaba los boletines) sino que, encima... ¡cobrábamos una paliza por no habernos portado bien!

No teníamos celular... así que nadie podía podía saber por dónde andábamos. ¡Impensable!

Nos cortábamos, nos rompíamos un hueso, perdíamos un diente, pero nunca hubo una demanda por estos accidentes. Nadie tenía la culpa sino nosotros mismos. Así aprendimos lo que es la responsabilidad.

Comíamos bizcochitos, pan con manteca o con dulce de leche, tomábamos bebidas con azúcar y nunca teníamos exceso de peso... porque siempre estábamos afuera jugando.

Compartíamos una bebida entre cuatro... tomando en la misma botella y nadie se moría por esto.

No teníamos Playstations, Nintendo 64, Juegos de video, 99 canales de televisión por cable, videograbadoras, sonido surround, celulares personales, computadoras, chatrooms en Internet... Sino que TENÍAMOS AMIGOS.

A las casas de esos amigos íbamos en bicicleta o caminando. Al llegar tocábamos el timbre o entrábamos sin llamar. Lo encontrábamos y salíamos a jugar juntos en la calle, sin necesidad de que nadie nos cuidara. ¡Ahí, afuera!, ¡En el mundo cruel ¡Sin un guardián!

Jugábamos al fútbol, a las escondidas, a las figuritas, a las payanas, a las carreras con autitos... Si había que formar equipos, pisábamos y alguno no llegaba a ser elegido y quedaba fuera, pero eso no le creaba ningún trauma sicológico.

Algunos alumnos no éramos tan brillantes como otros. Cuando no pasábamos de grado no nos mandaban al psicólogo ni al psicopedagogo, no teníamos dislexia ni problemas de atención ni hiperactividad. Simplemente repetíamos el grado y teníamos una segunda oportunidad.

Si en una fiesta (que era en una casa) te emborrachabas, tus amigos te dejaban en la puerta de tu casa, tocaban el timbre y salían arrancando.

Si cometías alguna imprudencia y terminabas en una Comisaría, llegaba tu papá y te sacaba la cresta. Nadie de Derechos Humanos presentaba un recurso de amparo en tu favor y los pacos se cagaban de la risa. Y uno apechugaba.

Cuando tus padres te retaban por alguna cosa, no los demandabas por violencia intrafamiliar, sencillamente te quedabas callado y pensabas… ¿la habré cagado?

Teníamos libertad, fracasos, éxitos, responsabilidades... y aprendimos a manejarlos.

¿Eres tú uno de esa generación? Si lo eres, entonces envía este mensaje a tus conocidos de tu misma generación o a gente más joven para que sepa como éramos antes.

Seguro dirán que éramos unos aburridos pero... ¡PUTA, QUE ÉRAMOS FELICES! 


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