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El Pozo (serie del Pardo Menendez)

Publicado: 19-02-2009
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Por: Becquer Casaballe

Buenos Aires, Argentina
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  Tweet El “Pardo” supo tener un hermano algo menor que el. Se había quedado en el pueblo donde hacia diversos trabajos, según la ocasión, desde albañil hasta repartidor de una panadería. La cosa era ganarse el pan (a veces, tomaba algún pancito de la canasta sin que el patrón lo advirtiera).

Un día fue a visitarlo. Estuvo viajando en rutas polvorientas, con su pequeña valija de cuero gastado de tantas penas, donde llevaba una Spiro Gaumont de 6 x 9 cm que se había comprado con gran esfuerzo, restándole horas al sueño y comida a la boca.

Había pensado enseñarle fotografía a su hermano menor y, después de darle el primer abrazo y preguntarle como estaba, se lo hizo saber. Los ojos se le iluminaron:

—“¿Te parece que yo puedo ser fotógrafo?” le respondió, entre sorprendido y feliz.
—“Por supuesto, y yo te voy a enseñar, así que primero vamos a construir un estudio, una autentica galería para que puedas hacer retratos”, sentenció el “Pardo” extremadamente seguro de sí mismo.

Ese día ni siquiera almorzaron, estuvieron todo el tiempo trabajando. Forraron con papeles de diario y cartones las paredes de adobe del rancho. Le quitaron la paja al techo desde la mitad hasta una de las paredes y agrandaron la ventana.

—“Ahora ya tenemos luz, cenital y lateral” dijo el “Pardo”, y se paró en el lugar donde habrían de posar los clientes. —“¡Mirá que linda luz, que suave!” siguió diciendo, mientras su hermano permanecía en silencio, lleno de admiración y pensando cómo era posible que con tan simples elementos podía ahora tener un lugar para los retratos.

Después, extendieron un gran nailon, de esos que se usan en el campo para proteger la cosecha de la helada y que siempre se pueden encontrar abandonados, solucionando el problema de la lluvia.

—“Bueno, falta lo ultimo: el pozo”.
—“¿El pozo?” dijo confundido el hermano.
—“Vos callate la boca y ayudame”. Tomaron una pala, esas de punta afilada, y comenzaron a cavar. Cuando tenia una profundidad de mas o menos un metro y treinta centímetros, el “Pardo” dijo, autosuficiente y excavador, que estaba bien, luego de tirar a un lado restos de un Gliptodonte y un diente de Tiranosaurios Rex, que el anterior tenia clavado en la coraza y que habían encontrado en aquella faena. Pero no le dieron importancia porque el objetivo era otro.

Acto seguido, le mostró a su hermano para que servia el pozo, parándose al lado:
—“Ves, para hacer un retrato ponés al cliente acá, mirando para ahí, que es donde va a estar la cámara”, hizo una pausa y continuó,
—“luego le pedís que se ponga en el pozo”, y el Pardo se metió de un salto, asomando de la cintura para arriba- “y así le podés sacar de medio cuerpo”.

“Fotografía El Pozo” fue un gran éxito en todo el pueblo, hasta que en una crecida del Pilcomayo se les inundó.

A.B.C.
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