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Placeres que matan mariposas

Publicado: 17-05-2009
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Por: Edued García

Buenos Aires, Argentina
    Tweet Hacía mucho calor, tal vez por eso buscó la sombra del salón atravesando la gran portada donde se oía una música hermosa que la atrajo más todavía que la frescura de la sala. Una gran orquesta estaba ensayando. Los músicos en camisa y transpirando un concierto, se entregaban a la melodía como si hubiera sido creada en ese momento y la saborearan cual un fruto prohibido. 

Observó y escuchó extasiada desde todos los ángulos sin poder detenerse. Quería colmar sus sentidos con cada instrumento, con cada nota. La alegría que sentía completaba el placer que no imaginó lograr cuando se decidió a entrar en ese lugar ahora pura luz y brillo; está disfrutando de una felicidad del todo inenarrable. Sus colores se han suavizado: matices infinitos, desde el amarillo blanco hasta el dorado canela pasando por un suave anaranjado. Se siente como si su alma y toda ella fueran de oro. Sus largas alas posteriores se estremecen con cada acorde. 

Al poco rato decidió acercarse para identificar algunos instrumentos y voló muy bajo. Se detuvo en el mango de un cello y vibró gravemente; sintió la brisa leve de un fagot que la desvió hasta la cercanía del oboe que la embriagó con su dulzura. Recorrió una y otra vez ese templo ignorado hasta hoy en su breve existencia y se prometió frecuentarlo hasta el fin.
Adivinando el término de la música se sintió triste un instante que sería infinito; el platillero marcó el acorde final justo cuando la mariposa volaba frente a él. Un polvillo dorado descendió centellante ante la mirada asombrada del músico.

Edued García
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