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Requiem para un fotógrafo

Publicado: 19-01-2011
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Por: Osvaldo Jorgensen

Buenos Aires, Argentina
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Después de mover espaciosamente la cubeta para que el relevador bañara en forma pareja toda la superficie del papel fotográfico, la imagen fue apareciendo lentamente, primero en un ángulo, para extenderse después por el resto de la hoja.

Los rubios cabellos de Ana se delineaban cada vez con mayor nitidez, y finalmente su graciosa carita me sonrió desde la fotografía.

Este “hobby” era mi vía de escape de la tremenda realidad del Sistema. Cada vez que me encerraba en el cuarto oscuro penetraba en un mágico mundo que por unas horas me hacía olvidar –abstraerme sería quizás el término más apropiado- por unas horas todas las reglas, normas y preceptos que constituían la médula espinal del Mando Único. Mi única obligación era exhibir ante el Ojo Electrónico, al término de cada trabajo, las fotografías realizadas. El Ojo efectuaba el registro correspondiente y mensualmente verificaba si el número de obras se ajustaba a la cuota de papel sensible que se me había asignado y sus temas respondían a los fijados por el Ministerio de Erudición..

Imágenes familiares y realizaciones del Sistema eran las únicas tomas que se podían hacer, por lo que me especialicé en retratos de mis pequeños hijos y de mi esposa Angela; sus rostros, sus ojos, sus manos y sus -gestos eran captados por mi cámara una y otra vez, ya sea en la calle, en casa o en el campo y, por supuesto, cada tanto fotografiaba al Gran Mandante en cualquiera de sus permanentes apariciones públicas, evitando, de esta manera, que que se me molestara con mortificantes controles extras y evitar así las severas penas que se aplicaban a quienes quebraran estas reglas.

Saqué de la cubeta de revelado el último retrato de mi pequeña Ana y luego de examinarlo rápidamente a la luz roja del Laboratorio, lo sumergí en el baño detenedor, para finalmente hacer lo mismo en la cubeta con el líquido fijador.

Pasados unos pocos minutos encendí la luz del cuarto oscuro y observé una vez más la fotografía de mi pequeña. Estaba perfecta… mis hijas quedarían muy contentas cuando la vieran y, por supuesto, después de mostrárselas a sus amiguitas, la pegarían en algún espacio libre en las paredes de su dormitorio.

Satisfecho con mi trabajo, subí entonces a almorzar. A Angela no le gustaba que me sentara a la mesa después de los niños. Cuestión de educación, decía..

Dios… si no fuera por mi familia quién sabe que locura habría cometido ya, pues todo era preferible a tener que soportar día tras día, año tras año, las humillaciones del Mando Único, sus siniestros postulados y las permanentes demostraciones de servilismo hacia el Gran Mandante, sabiendo que irreversiblemente el Futuro era Él, un futuro en el que mis hijos seguirían y repetirían mi mismo calvario.

Con la secreta esperanza -¡ qué locura ! de que algún día todo eso cambiaría, de que alguien con el poder suficiente barriera para siempre esta pesadilla y nos retrotrajera al mundo de nuestros abuelos, inculcaba a los niños los verdaderos valores de la vida, porqué valía la pena vivirla y no la aberrante sumisión que se les metía en sus cerebros en la escuela o a través de la televisión “educativa”.

Pese a mis constantes recomendaciones temía que alguna vez, inocentemente, hablaran o comentaran lo que les enseñaba, con las consecuencias imaginables. Durante el almuerzo Angela me recordó que tenía que actualizar mi fotografía para el Registro de Ciudadanos porque faltaban pocos días para que caducara. Era sabido que una violación a las Normas se castigaba con toda severidad.

Sin muchas ganas de volver al laboratorio –por lo menos para trabajar para el Régimen- bajé al sótano con mi hijita Ana para mostrarle su fotografía, quién nerviosamente metió sus manitas en la pileta de lavado para sacar alborozada su retrato

¿ Te gusta…? – le pregunté cariñosamente

Mucho, papa, salí muy bien….¿se la puedo mostrar a mamá?

-Sí, querida, llevasela con cuidado y dile que después la ponga a secar sobre el vidrio de la ventana del pasillo.

- ¿ Papá, puedo darte un beso de agradecimiento por este hermoso retrato? – me dijo haciendo un mohín que habría enternecido al más duro de los padres. Me agaché y después de darme el beso anunciado, subió rápidamente la escalera con su preciada foto. Antes de cerrar la puerta del sótano se dio vuelta y me sonrió una vez más.

Al quedar solo sentí un ligero escalofrío. Miré hacia la parte posterior del local y ví que la salida de emergencia estaba abierta . La cerré y me dirigí hacia una de las cámaras fotográficas que tenía en el laboratorio y luego de verificar si tenía cargada película, la coloqué frente al telón blanco, conecté el flash electrónico y el disparador automático, apagué la luz y me senté en la banqueta instalada delante de la cámara, esperando tenso el disparo.

….siete, ….seis,…..cinco….cuatro….tres…. El zumbido del autodisparador era el único sonido audible en el recinto.

…..dos….. uno…..¡…yá ! El destello del flash me encegueció por unos instantes. Asi lo creí por lo menos en ese momento, pues pasados los segundos lógicos del encandilamiento, la más completa oscuridad seguía rodeándome.

¡ Que extraño…! Posiblemente se habría producido un cortocircuito en el preciso instante del disparo. En medio de esa oscuridad intenté ponerme de pie, pero no pude hacerlo. Estaba como inmovilizado…

¿ que me estaba pasando ? Traté otra vez de levantarme, pero fue en vano…Esto ya estaba inquietándome. No debía perder la calma y conservarme sereno. Llamé entonces a Angela, pero mi voz resonó dentro mío, cavernosa y profunda.

Pensé que tal vez me habría descompuesto; nunca tuve un desmayo, por lo que ignoraba que se sentía en esa circunstancia, pero lo que me llamaba la atención era el estar tan conciente…¿ o quizás me habría dormido después del almuerzo y estaba soñando..? Hasta el momento de despertarnos los sueños parecen reales…

Sí… seguramente era eso. Me había quedado dormido y a raíz del comentario de mi esposa estaba soñando que había bajado al laboratorio a sacarme la fotografía para el Registro de Ciudadanos…. No debía preocuparme más.

Pero entonces me dí cuenta que estaba razonando demasiado y eso no era lógico que sucediera durante los sueños…Pero…¿si no estaba soñando ni descompuesto, que me estaba pasando? De pronto me pareció sentir un ruido proveniente de la puerta de emergencia.. Repentinamente “algo” o alguien me tomó por la espalda y me zarandeó bruscamente. Entonces comprendí… o así lo creí en ese momento: los esbirros del Gran Mandante me habían atrapado… pero… ¿porqué? Tal vez porque alguna de mis hijas, a pesar de mis recomendaciones, habría comentado en la Escuela algo de lo que les enseñaba en casa y las compugrabadoras registrado la conversación.

Quise resistirme, pero era imposible luchar contra “algo” o alguien a quienes no veía.

Además, aún seguía inmovilizado, por lo que nada podía hacer, salvo esperar. Siempre inmerso en la más profunda oscuridad, de pronto me levantaron en vilo y después de unos segundos que me parecieron eternos, me arrojaron a un lugar lleno de un líquido nauseabundo. Desesperadamente traté de flotar, lo que finalmente logré poniéndome de espalda…. ¿estos canallas habían decidido terminar conmigo? El olor del agua era insoportable, pero lo que más me angustiaba era el no poder ver nada. El Gran Mandante era capaz de ordenar las torturas más increíbles y escalofriantes por lo que también pensé que tal vez me habrían cegado.

Una vez más me tomaron de los hombros y me sacaron del estanque o lo que fuera el lugar adonde me habían arrojado. Apenas pude normalizar mi respiración, cuando nuevamente fui arrojado a la pileta. 

Al tragar un poco del nauseabundo líquido sentí deseos de vomitar… Una y otra vez fui sacado y arrojado a esa pileta..

¿Qué pretendían hacer conmigo? ¿porqué no me ahogaban de una vez? Pensé entonces en Angela y en mis hijas….

Por ellas, por volver a verlas, debía resistir y soportar las aberrantes torturas a que era sometido. Una vez más me sacaron de la pileta y momentáneamente me dejaron tranquilo, lo que aproveché para recapacitar acerca de lo que estaba sucediendo.

No sé cuanto tiempo habría pasado, cuando de pronto una suave penumbra roja iluminó débilmente el recinto en que me hallaba prisionero, sin poder precisar las características del lugar. Pero por lo menos veía nuevamente, por lo que traté de acostumbrar mis ojos a esa semipenumbra, cuando volví a oir un ruido detrás mío. Quise darme vuelta para ver quién estaba allí, pero no me dieron tiempo. Volvieron a tomarme fuertemente de los hombros …y nuevamente la oscuridad. ¡Malditos…! Empezaban de nuevo…¿qué intentaban ahora? Era indudable que querían volverme loco. Faltaba poco para que lo lograran, pues estaba exhausto y mis nervios ya no aguantaban más.

¿ Qué quieren, que quieren..canallas? – grité con todas mis fuerzas . ¡Déjenme en paz, yo no he hecho nada…!

Como respuesta a mi súplica, volvieron a agarrarme; sus manos me hacían daño. Recién entonces me dí cuenta que me torturaban sin obligarme a confesar algo, porque siempre hacían confesar cualquier cosa, lo que ellos querían… era su especialidad. 

¡Basta ya…! ¿Qué quieren que les diga? ¿a quién quieren que acuse? – volví a gritar.. Mi desesperación aumentaba minuto a minuto, pero ellos parecían no darse cuenta de mi agonía, nada decían solo parecían disfrutar con el tormento que me infligían.

Y una vez más fui arrojado a la maloliente pileta, o a otra, porque percibí que el olor era diferente, pero igual de revulsivo. Intenté mantenerme a flote como lo hiciera antes, pero me hundían y me hundían una y otra vez, con el evidente propósito ahora sí de ahogarme. Sin embargo no era todavía el fin, porque volvieron a sacarme del piletón, para arrojarme ahora a otro con agua limpia y transparente, sin olor. Abrí lo ojos debajo del agua y manotié desesperadamente intentando volver a la superficie…. La luminosidad rojiza reverberaba a través de ella… en ese momento creí percibir algo, pero no, no era posible…. por primera vez desde que habían comenzado a torturarme pude ver algo concreto, nítido….PERO IRREAL.

Dos enormes manos pendían sobre mi cabeza y además, un poco borroso, un rostro, también gigantesco, contemplándome. Las manos se introdujeron en el agua y tomándome de los hombros me sacaron afuera. No había salido de mi asombro cuando esas manos me extendieron sobre una gran plancha y cubierto con una lona., mientras un suave calor comenzó a extenderse sobre mi cuerpo. La temperatura se fue elevando considerablemente hasta hacerse insoportable La plancha me cocinaba la espalda y la lona me sofocaba, amenazando axsficiarme.

Al cabo de unos minutos la lona fue levantada y una bocanada de aire fresco llenó mis pulmones, por lo que inspiré repetidas veces, tratando de ordenar mis pensamientos.

¿Estaría bajo los efectos de algún alucinógeno que me habrían suministrado los malditos sin que me diera cuenta? ELLOS, las Manos, o lo que fuese, me pusieron entonces boca abajo y comenzaron a cubrir mi espalda con una sustancia pegajosa, para volver a darme vuelta y apretarme fuertemente contra el piso.

Quedé extendido, rígido, sin poder efectuar ningún movimiento.

Y entonces volví a a ver nuevamente el gigantesco rostro, ahora nítidamente, COMPROBANDO HORRORIZADO QUE ERA EL ROSTRO DE MI ESPOSA ANGELA que me miraba tristemente, casi con piedad. Intenté gritarle algo…pero de mi boca no salíó palabra alguna. ERA UNA PESADILLA HORRIBLE.

¡Angela…Angela! – exclamé desesperado – pero mi voz resonaba solamente dentro mío- ¡ Dios, Dios…que era esto, termina de una vez con esta tortura. Si ELLOS son los causantes, que me maten de una vez, pero que no mezclen a Angela en esto----Pero cuando mi esposa acercó hacia mí un gran cristal y lo apretó contra mi cuerpo, recién entonces creí entender…

La fotografía para el Registro de Ciudadanos, el fogonazo del flash, la oscuridad, los nauseabundos baños, el secador y abrillantador, en suma, todo el proceso de laboratorio que Angela conocía tan bien como yo. PERO LO QUE ESTABA FUERA DE TODA LOGICA, LO INCONCEBIBLE, era que yo estuviese allí, encerrado tras un vidrio, enmarcado, mientras ella me miraba desde el otro lado.

Tomó el porta retrato, me llevó arriba y me dejó sobre el sofá de la sala de estar, mientras tomaba un martillo y un clavo. Con cada uno de los golpes que Angela comenzó a dar en la pared, sentía como si estuvieran clavando la tapa de mi ataúd.

Tomó el cuadro entre sus manos y me miró largamente. Quería gritarle la verdad, que no estaba muerto, que algo terrible había ocurrido… pero todo fue en vano.

Con un gesto mecánico levantó el cuadro y lo colgó. A través del vidrio que me aprisionaba, contemplé impotente como dos lágrimas se deslizaban por su mejilla.    FotoRevista no asume ninguna responsabilidad por el contenido esta nota,
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