Enviada el 24/01/21 a las 19:22:01 - Obra N° 210124192201
"El ghetto de Varsovia" de:
En los terribles años de Yezhov pasé 17 meses en las colas de las cárceles de Leningrado. En una ocasión, alguien, de alguna manera, me reconoció. Entonces, una mujer de labios azules que estaba tras de mí, quien, por supuesto, nunca había oído mi nombre, despertó del aturdimiento en que estábamos y me preguntó al oído (…):
-Y esto, ¿puede describirlo?
Y yo dije:
-Puedo.
Entonces algo parecido a una sonrisa asomó por lo que antes había sido su rostro.
1 de abril de 1957, Leningrado
Anna Ajmátova, Réquiem, En lugar de prefacio,
La poeta rusa Anna Ajmátova (1889-1966) escribió Réquiem entre los años 1935 y 1940, luego de la muerte de toda su familia bajo el régimen de Stalin.
El ghetto de Varsovia, el mayor sector de concentración de personas judías del Holocausto, fue creado en los tiempos de la ocupación de la Alemania Nazi, durante la II Guerra Mundial. Funcionó desde 1940 hasta 1943 en el centro de la capital polaca. Allí, llegaron más de 400.000 personas, aproximadamente el 30 por ciento de la población de Varsovia. Se encontraban hacinados en un espacio equivalente al 2,4 por ciento de la superficie total de la ciudad. En la misma zona fueron confinados además de los judíos polacos, otras personas deportadas de diversos países europeos. La ración de comida que les entregaban los alemanes era oficialmente de 180 calorías por persona y por día, cuando la de los polacos era de 1.800 y la de los alemanes de 2.400. Un muro de tres metros de altura y 18 kilómetros de largo los separaba del resto de la ciudad, donde vivían los polacos católicos. Para los que sobrevivían al infierno, fue un lugar transitorio hasta su traslado en tren hacia Treblinka, campo de exterminio ubicado al noroeste de Polonia.
Los restos de lo que fuera el ghetto se encuentran esparcidos en una zona circunscripta a algunos barrios. Aún subsisten algunos edificios de varias plantas con sus vidrios rotos y portones con cadenas y candados, paredes, paredones y calles perdidos como fantasmas, entre complejos, barrios o zonas más modernas, todas céntricas. El muro del ghetto demarcado en el suelo atraviesa silencioso la vereda del imponente Palacio de la Cultura y la Ciencia, que se levanta majestuoso con su monumental arquitectura del realismo socialista, sitio de referencia cultural obligada para locales y foráneos. Calles tales como Prozna, Zielna, Zlota, Chmielna y Mala resultan de no fácil localización, -los fantasmas suelen ser escurridizos-, a pesar de la amabilidad de los locales.
Al otro lado del río Vístula, se encuentran las viviendas de las calles Mala y Stalowa, en el barrio Nueva Praga, que fuera locación de la película El Pianista de Roman Polanski. Muchos de estos departamentos, que no se encuentran dentro de los límites del ghetto, aunque corresponden al mismo momento histórico, se encuentran habitados.
Todos. Los vestigios del ghetto, la demarcación del muro, las calles de Nueva Praga, el Museo del Holocausto judío y el Museo de la antigua cárcel poseen el color de la ausencia y completan un conjunto, que congela la sangre.
-Y esto, ¿puede describirlo?
Y yo dije:
-No puedo.
Un viento helado recorre el cielo gris plomo del ghetto. La noche se instala aquí y allí. Un manto de lluvia cubre aún toda la tierra. “Llevaré luto siempre – ¿me oyes? – por ti, sólo, en el Paraíso” Odysséas Elýtis.
8 de Enero de 2018, Varsovia