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La invasión

Publicado: 30-11-2010
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Por: Roberto Kuper

Buenos Aires, Argentina
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  Tweet Llegó el verano y la familia de don Pedro comenzó los preparativos para el viaje a Mar del Plata,

Valijas, bolsos, paquetes, sillas y mesa plegables, sombrilla…ropa, yerba, mate y azúcar, porque allí es carísimo… a me olvidaba del perro y los familiares, a saber compuesta de su señora… muy gorda, de unos 100 kilos, dos hijos varones y dos mujeres, el esposo de una de ellas, la suegra y el colado…novio de de la otra…también un amigo de los muchachos.

Todo esto en el rastrojero del padre, usado para su trabajo de venta y transporte de fiambres, quesos y otros afines.

La fecha para la partida llegó y amaneció con una intensa lluvia.
Igualmente procedieron a cargar todos los pertrechos ya preparados en el pasillo de la casa.

El trayecto no fue tan malo, solamente tuvieron alguna complicación en Atalaya, donde se detuvieron para desayunar café con leche y los mayores …mate con el agua caliente que consiguieron en la confitería… todo esto con varias docenas de medialunas calentitas… que además en una gran bolsa de papel madera llevaron para el resto del viaje, lo cuál a los pocos minutos hizo que las facturas se aplastaran y tomaran formas indefinidas.

Bueno… al fin, luego de 10 horas y media, llegaron al kilómetro 400 aproximadamente y doblaron a la izquierda, rumbo al mar y la tierra prometida.

Buscando la residencia que habían alquilado desde Buenos Aires… un hotel de cuatro estrellas.
El personal del mismo los vio llegar con el terror reflejado en sus rostros… pero delicadamente y con cortesía, fueron bajando el arsenal portado por el clan familiar, que ya había cruzado para ver el mar y el lugar que pensaban utilizar con el diabólico elemento llamado pelota… no de goma ni plástico… sino una esplendida de football Nº5-

Subieron al primer piso para ver y ocupar la comodidad que tenían reservada… un pequeño baño… una pequeña cocina… un pequeño dormitorio y un pequeño living, en el que debían instalarse la totalidad de ellos… ya que el dormitorio lo usaría el matrimonio mayor… a con el perro también.

Todos alegres de estar finalmente en el sitio que había llenado sus sueños de todo un año,

El residencial ofrecía desayuno pero sin comida, así que habrían de buscar un lugar cercano y barato para satisfacerlos,

Recién llegados,, comenzó el desparramo infernal de ropa por todos los rincones y cada uno reclamaba por lo suyo, que estaba perdido en la mezcla total…lograda con la urgencia de invadir el lugar… cada uno fue hallando sus prendas playeras… y las quejas de algunas de las mujeres, que comprobaron que habían olvidado necesarias prendas, que según ellas no sabían como suplantarlas, por lo que el padre… con cara larga les prometió que se las compraría en el paseo nocturno por la peatonal.

Volviendo a la primera incursión a la Bristol, ya lógicamente repleta de gente…pero ellos sin hacerse problema alguno, se instalaron en un mini sitio rodeado por divinas señoritas y familias recatadas, que los vieron llegar…preocupados por el malón que se aproximaba… con elementos como para pasar allí las Navidades y algo más en el lugar capturado por las huestes.

Los varones buscaron un resquicio para comenzar a demostrar sus dotes de jugadores, convirtiendo el balón en un misil imparable que logró que varios de los presentes… tranquilos disfrutaban hasta ese instante y veían desaparecer el sosiego que tenían hasta ese ataque a su zona, sin reclamarla ni pedirla con educación por esos seres extraterrestres… de otras galaxias.

Mientras, el padre ayudado por su mujer, procedió a plantar la sombrilla de cinco colores… clavándola en territorios ya logrados por bañistas mañaneros.

Después de los inconvenientes y molestias ocasionadas, pusieron mano desplegando cinco sillas y una mesa..todo ello de caño pintado, algunos de esos enseres, ocuparon sitios muy cercanos a turistas, que hicieron que varios de ellos optaran por realizar una urgente retirada por el foro. 

Como corolario desplegaron cuatro toallas grandes de baño, decoradas con el escudo de Chacarita Juniors, que sirvieron como lonas playeras…eso produjo un fastidio general al quedar bajo la sombra de parasoles ajenos. Mientras el perro, ante la total desaprobación de todos corría entre las carpas, contraviniendo la prohibición de llevar mascotas junto al mar. 

Eso causó el descontento de la familia, que acusaron a quienes se quejaban, de no tener sentimientos con los animalitos de Dios. 

Lo que hizo levantar al noviecito que junto a su novia estaba tendido abrazado a ella con una libertad total como si se hallaran en una isla desierta del Pacifico, dirigiéndose a los quejosos veraneantes, para decirles que el can era lazarillo y que estaba descansando como todos ellos… pese a que no solo con sus ladridos molestaba, sino también haciendo sus necesidades en la arena del lugar.

El matrimonio acomodó a su alrededor e inmediaciones, el gran termo, el azúcar, la yerba , el mate… y las medialunas del viaje…ya maltrechas y aplastadas para iniciar una mateada a la que se unieron sus hijos y periféricos, formando un cuadro gauchesco digno del Martín Fierro y los Chalchaleros.

Al medio día, el público con un alivio no disimulado vio como se retiraban, como una patota insoportable para ir a comer a un restaurante que vieron al pasar… no sin antes pedirles a sus sufridos vecinos si les cuidaban sus pertenencias…cosa que se negaron pues se retirarían también. 

A una cuadra de la playa entraron en la parrilla elegida… primer problema… encontrar ubicación para nueve o diez comensales juntos.

Entonces optaron de no esperar en la calle, sino entrar y aguardar dentro del lugar… pegaditos a quienes estaban almorzando, llegando a preguntarles si les faltaba mucho para terminar y arrimándose a quienes estaban consumiendo postre.

Otra cosa fue el perro, que llevaron con ellos y fueron obligados a retirar del local, a lo que no logrando otra solución fue dejado atado a la puerta de la parrilla…pero el mozo les vino a reclamar porque el can ladraba y mostraba los dientes a quienes querían ingresar al lugar
y por temor de ser atacados se dirigían a otro sitio de comidas.

Por fin juntaron tres mesas y sacando sillas de otras, formaron un grupo en torno del altar en que pensaban sacrificarse consumiendo un gran asado.
Pidieron parrilla para todos, que trajeron en sendas bases con carbón encendido para mantener la carne, los chorizos, las morcillas, los chinchulines…el vacío… y las exquisitas mollejas… para tomar… alguna gaseosa y vino de la casa en jarra.

Como lobos hambrientos se abalanzaron sobre las achuras… me olvidaba de los riñoncitos, que tuvieron que ser logrados luego de una buena lucha entre ellos. 

Todo esto no llegó a saciar el atrasado apetito, ya que solo aplacaron consumiendo medias lunas, algún sacramento o bolas de fraile… todo ello acompañado solo por mate y café…
El cachorro aguardaba los restos que del asado se iban depositando en una pequeña fuente de losa.

Salieron del comedero diciendo que era caro y que ni manteles le pusieron y que en el barrio era mucho más barato, económico que le dicen…
Un sinsabor fue cuando el dueño los corrió hasta la esquina para reclamarles por la fuente que el dogo estaba lamiendo tranquilo a la vista de todos los transeúntes, a lo que el señor llevó escondida para evitar que el público suponiese que podía ser usado en las mesas del negocio.

Exhaustos decidieron regresar al hotel y dormir una siesta reparadora, para luego salir a pasear por la calle peatonal… no se si Rivadavia o San Martín y tomar un café…

Siguieron los conflictos con el reparto de los lugares, camas y colchonetas, entre los reclamaran como pertenencias y los que por jerarquía debían contentarse con los rincones y sobre alguna frazada. 

Los novios quisieron estar casi pegaditos.
Por lógica la cama camera la ocuparon solo Pedro y su mujer… además del perro.

Ya estaban casi todos con los ojos cerrados, descansando placidamente… cuando uno de ellos se levanto diciendo a viva vos… casi gritando… nos olvidamos de la sombrilla y todo lo demás en la playa. 

A paso vivo fueron los más jóvenes llenos de ansiedad para recuperar todo aquello que de perderse los dejaría sin el refugio del sol y el cansancio. 

Llegaron y vieron con desesperación la playa desierta, con unos pocos visitantes en ella. Se aproximaron y ante la pregunta de los muchachos, estos le devolvieron la tranquilidad… porque el bañero tenía todo en su casilla. Fueron a comprobarlo, contentos… pero el bañero les aclaró que debían para recuperar todo que abonar la suma de doscientos pesos por el alquiler y la molestia causada.

Y así toda una semana, ya que los gastos habían sido mayores a los calculados y no contemplaron los incrementados de la nafta, el desayuno en Atalaya, el mayor costo de los almuerzos… y faltaba la cena y alguna diversión, teatro o cine hizo que la estadía se achicara un cincuenta por ciento de lo programado.

El personal del hotel, de la parrilla… y los concurrentes a la Bristol no tendrían que emigrar a playas más lejanas. Foto 1   FotoRevista no asume ninguna responsabilidad por el contenido esta nota,
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