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Relato Fantástico

Publicado: 19-12-2009
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Por: Mario Molina

Argentina -Rosario-
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  Tweet Relato Fantástico Querido Capitán: He de narrarte a continuación un hecho realmente extraño, digno de una novela de Ray Bradbury, Isaac Asimov, y más acertadamente, diría del mismísimo Homero. Ibamos navegando hacia el centro del Mar de las Antillas cuando de pronto un extraño olor comenzó a percibirse en el aire, el cielo enmudeció, se tiñó de gris, y la tripulación comenzó a cambiar su conciencia…… Esta extraña situación que vivió cada uno de ellos luego la describirían como un estado alterado. La rueda de timón se trabó y mi barco fijó por su propia cuenta un rumbo desconocido. El cielo totalmente gris, y el mar se tornó como el acero, frío, bravío, pero calladamente manso. El miedo se reflejaba en el rostro y los ojos de mis hombres. Todos comenzamos a sentir frío. En nuestros oído, un zumbido muy agudo comenzó a aturdirnos, algunos quisieron arrojarse por la borda. Mi intento por corregir el curso resultó vano, ni la rueda de fortuna, que como bien sabes es para estos imponderables, obedecía al pedido de mis manos. De pronto la nave comenzó a girar como un remolino, algunos de los hombres gritaban desesperados pensando que algún espíritu maligno del mar reclamaba sus almas. Vi llorar a los más valientes y entendí entonces que ningún miedo puede ser superior al de la muerte cuando queremos estar vivos. Noté entonces que mis manos ya estaban algo arrugadas y pensé lo mismo que ellos… mas aquel zumbido se fue llenando de un canto que había comenzado a hacerse celestial. La nave había quedado envuelta en un velo de penumbra, una especie de torbellino gris casi hecho de materia. Luego, todos “sentimos” entonces una luz muy dorada que comenzó a iluminarnos. La nave dejó de ser aquel espiral en el tiempo y aquella materia se fue desfigurando hacia la nada. Creo que todos perdimos perdimos la conciencia. Un sol brillante y un mar azul era nuestro escenario al volver a nuestros cuerpos. Aquel canto de sirenas era el mismo paraíso para nosotros. En la cercanía divisamos una playa, que diría yo, era de oro fino en vez de arena. Aquello era una mezcla entre ficción, realidad y mitología… Tal vez fuera cierto que las sirenas cobraban total forma humana al salir del mar… pero sólo por un tiempo limitado, o tal vez aquella isla perdida hubiera sido un resabio del paraíso terrenal que había escapado de algún espacio tiempo o tiempo alternativo. De la boca de algunos de mis marinos se escuchó decir: … Lesbos… Lesbos… Yo reconocí aquellas palabras y recordé que ese era el nombre de la isla frente a Grecia, lugar vedado a los hombres y dónde sólo podían entrar las mujeres. No sé cuánto tiempo transcurrió, no sé cuánto tiempo pasamos mis marinos y yo, absortos, mudos y con una amnesia total de la idea de la muerte… allí, en algún lugar. Describir lo que vimos??? No creo que pueda encontrar las palabras precisas, sólo me queda este recuerdo capturado, no sé en qué momento. Ahora todos estamos en silencio, nuevamente navegando hacia el centro mismo del Mar de las Antillas. Yo llevo el timón, que está sereno, firme y dócil, no encontramos respuesta a lo que pasó… Me he sentado frente a mis cartas de navegación y no hay rincón en el océano donde pueda hallar esa isla, no hay lugar en el mapa donde pueda hallar esa isla… esa isla no existe! Tal vez entonces el paraíso terrenal no exista, tal vez entonces el Edén y el ápice de la figura que buscamos sólo sea una sirena con cola y queremos cambiársela. Tal vez el éxtasis no sea eterno… y los sueños no sean sueños sino pedazos de realidad que de la nada aparecen, de la nada se esfuman y a ese recuerdo extraño y vago de placer le llamamos felicidad. Hoy igual… yo sigo buscando esa isla, porque también tengo un vago recuerdo de la felicidad, de aquella isla dorada que también supe tener… del fuego, de la transpiración y de la respiración… de una sirena que no importa si tenía o no cola. Debe haber algún lugar! Quizás nos agarró un viento cruzado. Seguiré buscando esa isla! Seguiré buscándola, seguiré buscando sirenas en la arena o en el mar, seguiré buscando los “enlaces” entre el deseo y los hechos, seguiré buscando un tiempo más aquí, o más allá, aún en relojes que no marquen las horas. Supe de alguien que tenía una brújula que no marcaba el norte, sino hacia el lugar donde se cumplirían sus deseos. Tal vez ese sea el lugar de nuestros sueños, de nuestro éxtasis, de nuestro jirón de felicidad, aunque quizás, y dije quizás, sólo sea temporal como las sirenas que dejan de tener cola en la tierra sólo por un momento.  Foto 1   FotoRevista no asume ninguna responsabilidad por el contenido esta nota,
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