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Los Fantasmas

Publicado: 27-04-2011
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Por: Roberto Kuper

Buenos Aires, Argentina
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De Roberto H. Kuper


A los efectos de conocer un lugar distinto en los Estados Unidos, tome en alquiler una casa muy cómoda ubicada en Pensilvania en el Boulevard Foothill 14 Effort Usa, por un precio barato, lo que allí se conoce como cheep…

En lo que quedaba del día me dedique a acomodar mi ropa y los objetos que me acompañan en mis viajes… cámara… libros… cigarrillos… jabón… desodorante… perfumes y talco…

Así se fueron haciendo las doce de la noche, hora americana, y me acosté en una pulcra cama de sabanas nuevas y mullidas almohadas, además de un súper colchón.

Muy cansado pero intranquilo… por la experiencia de estar en un lugar desconocido en una vieja casa alquilada… también extraña .

Pasada la primera hora y casi dormido, la ventana del dormitorio por una densa neblina se cubría de un blanco total…
Sin preocuparme para nada, me dormí tranquilamente, suponiendo que eso era un fenómeno natural en las montañas altas y rocosas.

Por la mañana un día esplendido, salí a recorrer el lugar… lo primero que ví, fue un gran árbol que se alzaba frente a la casa con las ramas casi rozando el techo de tejas francesas…
Durante la recorrida me cruce con varios vecinos, que me saludaban con rostros adustos y con una parquedad llamativa.

Almorcé en una pequeña posada del lugar... alitas de pollo… que no me gustan para nada…aderezadas con mucho Ketchup… que me gusta menos…
Cansado y ya siendo las ocho de la noche… comí una rica pizza y me dedique a mirar una película por televisión… mala… y para colmo mi inglés… era chino básico al tratar de entender el idioma francés… con los subtítulos en coreano.

Así que preferí meterme en la cama… cuando el carillón marcó la última campanada luego de las once anteriores… nuevamente… el humo, o la niebla repitió la misma escena que ayer…pero filtrándose al interior por cuanto orificio se lo permitía…y había bastantes.

Allí fue distinto… me levanté… abrí la puerta principal… y efectivamente una neblina pegajosa comenzó a rodearme, y advertí que al alejarme de ella… me seguía envolviendo, lo que me intranquilizó de sobremanera.
Y al tratar de eludir ese fenómeno, noté un cartelito clavado a ese mismo y viejo árbol, con el número telefónico del sheriff de la zona…

Lo primero que se me ocurrió, fue entrar y llamar al policía, que casi al instante llegó… me miraron un buen rato… mientras que de las ventanas de otras fincas los vecinos entusiasmados no se perdían nada.

Para eso, la niebla ahora más escasa se había refugiado entre las plantas secas del jardín…

El sheriff, con cara de pocos amigos pidió entrar en mi vivienda, lo que yo acepte con alegría …por el miedo que me tenía en vilo…
Revisó todos los rincones y no pudo encontrar nada sospechoso…
Solo vio sobre la mesa del comedor, una botella de whisky casi vacía… junto a un vaso a medio lleno…


Inmediatamente le aclaré que no era mía, que no bebía y que no la había visto en ningún momento…y como un gesto de agradecimiento se la obsequie al sheriff, quien la aceptó con gusto, ya que estaba cerrada, intacta, la reservaría para otra ocasión importante para abrirla.

Ya se estaba retirando… cuando dándose vuelta y con fuerte voz para que la gente que se había juntado frente a la casa alquilada, pudiese oír la explicación a todo lo sucedido… especialmente conmigo.

Ese gran árbol que usted ve allí… dijo, señalándolo con su dedo… largo… gordo y blanco…
En esas ramas bajas, durante la guerra civil americana, los soldados habían colgado hasta morir a una familia negra, al matrimonio y a sus dos pequeños hijos… solo por ser negros.

Y como usted también es un negro… bien negro… con seguridad lo estarán visitando sus fantasmas en forma de neblina.
Ya que a nosotros los blancos… no nos molestan …pero a usted si.

Saludó con un leve movimiento de sus manos… y sus últimas palabras quedaron resonando en mis oídos… como también los aplausos de los Integrantes de ese pueblito… totalmente formado por blancos.

Pensando en esa triste historia, cerré la puerta con las tres llaves… como todos los norteamericanos acostumbran a hacer siempre.

Fui hasta el baño y me cubrí la cara… las manos… los brazos y hasta los pies… con talco… mucho talco… como es lógico… blanco…

Desde esa noche nunca más volvieron a aparecer los fantasmas de los negroides ahorcados… enterrados allí mismo.

Eso si…el talco me salía caro…por todas las bolsas que tuve que comprar…


El farmacéutico… contento con las ventas de ese polvo…
Que era muy caro…y nadie lo usaba…

Así que pensando en ahorrarme unos dólares… muy sagazmente opté por usar harina… eso si…cuatro ceros.
El inconveniente fue que el piso y los muebles, parecían estar soportando una fina nevada… a pesar de estar en pleno verano.

Además al verme en el espejo del baño, me daba lástima bañarme y convertirme nuevamente en un negro ladino…

Por eso no me bañe nunca mas…

Eso si, ni los blancos…ni los fantasmas de los negros se me arrimaron más… por el olor a catinga que mi cuerpo despedía, causa en esa mezcla de harina y transpiración…

Por eso tuve que mudarme al Bronx. Foto 1   FotoRevista no asume ninguna responsabilidad por el contenido esta nota,
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